Notas de un lector

Todo recuerdo es niebla

El XVII Premio Ciudad de Córdoba “Ricardo Molina”, recayó en su última convocatoria en Isabel Pérez Montalbán, por su libro “Un cadáver lleno de mundo” (Hiperión. Madrid, 2010). Esta cordobesa del 64, afincada en Málaga desde hace casi dos décadas, suma con éste su décimo poemario y deja de nuevo constancia de su madurada voz lírica.


En la antología aparecida en 1999 bajo el título de “Milenio. Ultimísima Poesía Española”, se recogía una muestra del quehacer de la autora andaluza. Recuerdo ahora su poema “La herencia”, donde escribía: “No basta la abundancia para arropar el frío/ que se hereda en los genes y nace del escombro (…) Se accede a la oficina, al ropaje, a la fiebre,/ al calor esponjoso de los cuerpos./ Y el frío, sin embargo, permanece”.
Ahora, en este volumen “lleno de mundo” íntimo, de hondos sentimientos, de antiguos paisajes, de infancia compleja y recobrada, de ímpetu juvenil y esperanzas solidarias …, en suma, del magma interior que alumbra despaciosamente la conciencia humana, Isabel Pérez Montalbán ha diseñado un sugeridor mapamundi que cautiva y alienta cómplice el ámbito del lector. Y anudado, digo, a su iluminada cadencia, he vuelto a toparme con ese frío helador que recorre los adentros de estas páginas. Porque sobre la perenne memoria del ayer, hay un cúmulo de sombras, de nieblas, de sombrías geografías…, que aún le impiden arroparse y hallar cobijo y respuesta para “un montón de preguntas sobre el mundo reciente”.

Además, su verbo se sumerge en una temática -ya tratada en otros de sus poemarios-, que ahonda en la injustas divisiones de clases, en la falta de lealtad social, para memorar con verso decidido aquellos tiempos oscuros que dejaron paso a una España socialista que “disparaba a las águilas/ que volaron de caza en la Plaza de Oriente”. Junto a esta poesía combativa, de perfil comprometido, fluye a su vez un decir más cercano, de hálito familiar, común, por donde asoma un espejo que devuelve las imágenes invertidas de una niñez deudora, de pan y chocolate, de penurias y pobreza: “Yo venía del fango y de las liendres/ de la cuna encontrada por los estercoleros”.
Ese difícil equilibrio autobiográfico y social es una de las muchas virtudes que esconde este libro, que si dividido en dos partes bien diferenciadas, “El crecimiento” y “La supervivencia”, se alza sobre el canto único de lo experimentado en carne y alma, de lo acontecido sin posible olvido…, pues todavía se cuela por entre los huesos y reclama su espacio y su momento.: “Todo recuerdo es niebla, gris que extravía el rumbo,/ envuelve la verdad y simula una farsa”.

En la compilación anteriormente citada, ”Milenio”, Antonio Soler afirmaba al par de los poemas de la poeta cordobesa: “Llevan en su interior el estigma de la vida, la vida tamizada por el filtro de quien aspira y consigue reinterpretar el mundo a través de la palabra”.

Once años después, tal aseveración sigue siendo muy válida. Como lo son estos textos, plenos de sonora realidad, de lírica certidumbre, de mortal corazón.

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