Notas de un lector

Poesía para un existir

Desde hace más de tres décadas, la obra de Santiago Castelo (Granja de Torrehermosa, Badajoz, 1948) viene creciendo, sólida y gozosa. En 1976, veía la luz “Tierra en la carne”, un primer poemario apegado al aroma natal y familiar del terruño: “Y este sopor de Extremadura dura/ enhiesta, firme y fuerte/ y este calor humano de su muerte/ de tanto amar/ y revivir sin vida./ Vivir es nada, amor,/ para el morir que es todo”. Desde entonces, digo, este periodista, ensayista y actual subdirector del diario ABC, ha dedicado -y dedica- al amplio ámbito de las letras sus horas y días más intensos.

Ahora, la Unión de Bibliófilos Extremeños (UBEx), acaba de ofrecerle un merecido y cálido regalo: “Poesía para un existir”, una sugeridora compilación que reúne un amplio homenaje a su obra y a su vida, un cofre repleto de humanos sentimientos en los que amigos, estudiosos, poetas…, desnudan con sus palabras el generoso esfuerzo de un embajador de la literatura y de la amistad.

José Luis Bernal Santiago, anota en su prefacio, que la obra de Santiago Castelo es una variopinta y barroca reunión de “alegría y de tristeza, de vida y de muerte, de melancolía y de esperaza, de amor y de nostalgia, de tierra y de destierro”. Y quien haya buceado a fondo -como es el caso de este crítico- en su dilatado quehacer, entenderá mejor aún las citadas palabras. Pues en efecto, el cántico de este pacense se vertebra desde la confrontación entre la plenitud vital y la doliente desolación, el vértigo de la existencia humana y la desdicha del ser mortal, secuencias, en suma, que brotan de la íntima experiencia, de los paisajes más queridos -La Habana, Lisboa…- de los poetas más cercanos y admirados -San Juan de la Cruz, Vicente Aleixandre, JRJ…-. De este último, queda aquí sentido recuerdo, en un bello poema titulado, “Y se quedarán”: “Sólo vosotros,/ jilgueros de la tarde,/ vais y volvéis helados de la vida/ para traer campanas a la muerte./ Sí, se quedarán los pájaros/ cantando,/ y vendrán/ -oh, aroma de la pena, sonido del anhelo-/ cada tarde/ a la cal, a la cruz, al mismo mármol/ y volcarán su amor de soledades…”

Dividido en tres apartados, el libro se abre con una sección titulada “Sobre la obra de Santiago Castelo”, donde autores como Luis García Jambrina, Ada Salas, Manuel Pecellín Lancharro…, analizan diversos aspectos de su lírica tarea, repartida en sus catorce poemarios editados. La segunda, “Poemas dedicados”, se nutre de un amplio número de vates nacionales e internacionales (Luis Rosales, Carlos Murciano, Pío Serrano, Felipe Lázaro, Carlos Aganzo, Juan Antonio González Iglesias, etc), que escriben en verso su admiración y cariño por el escritor extremeño. Sirven como coda, los “Testimonios” de variados escritores y periodistas (Pedro de Lorenzo, Luis María Ansón, Pablo García Baena…) que han estado muy cerca de él y han sabido de su rigor profesional y de su fiel afecto.

“Recuerdo tantas cosas que a veces la memoria/ es como un mar abierto en continuo oleaje”, escribía Castelo hace ya más de quince años. A buen seguro que, estas páginas de poética espuma, no caerán nunca en el olvido, amigo Santiago.

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