La visita se celebró bajo “altas medidas de seguridad”, con la presencia de un policía, de una traductora y del cónsul español en Copenhague, explica Greenpeace en una nota.
Uralde y sus familiares sólo han podido hablar de temas personales, ya que los relacionados con el caso (incluso referencias a la cobertura mediática del caso en España) estaban vetados.
El director ejecutivo de Greenpeace, que está “más delgado de lo habitual”, manifestó su indignación por la situación, aunque, según sus familiares, “está tranquilo”.
También lamentó las “duras y desproporcionadas” condiciones que ha padecido desde su llegada a la cárcel.
El primer día, Uralde y los tres activistas pasaron, junto a otros 60 detenidos, “24 horas en una estancia con sólo unas colchoneta en el suelo y una cámara de seguridad”.
Desde entonces, los cuatro activistas han permanecido en un régimen especial de aislamiento, sin acceso a mensajes ni contacto con el exterior, por lo que sólo han recibido “unas decenas” de los miles de mensajes de apoyo enviados desde todo el mundo.
Sin embargo, desde el lunes, los activistas están encarcelados con presos comunes, aunque el Ministerio de Exteriores español ha exigido “su inmediata separación” y la vuelta a la situación anterior.
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