Matrícula de deshonor

Naturalizar

Hablar de cifras, datos, porcentajes y demás eufemismos ante tantos contagiados y fallecidos en esta pandemia nos está insensibilizando, deshumanizando

Publicado: 04/05/2020 ·
10:57
· Actualizado: 04/05/2020 · 10:57
Autor

Federico Pérez

Federico Pérez vuelca su vida en luchar contra la drogadicción en la asociación Arrabales, editar libros a través de Pábilo y mil cosas

Matrícula de deshonor

Un cajón de sastre en el que hay cabida para todo, reflexiones sobre la sociedad, sobre los problemas de Huelva, sobre el carnaval...

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Leyendo las informaciones que constantemente nos lanzan los medios de comunicación sobre las consecuencias del Covid-19 he tomado conciencia de la naturalidad con la que estaba leyendo los datos que ofrecen, con una tranquilidad impropia, dada la situación que estamos viviendo. Hablar de cifras, datos, porcentajes y demás eufemismos ante tantos contagiados y fallecidos en esta pandemia nos está insensibilizando, deshumanizando; hemos llegado a asumir de tal manera las constantes “bajas” que se ha convertido en algo habitual en estos momentos, siendo las distancias entre nosotros y los fallecidos e infectados las únicas medidas que, supuestamente, nos mantenían protegidos ante tal atrocidad.     

Desde que comenzó este virus nos hemos ido adaptando a la realidad que íbamos observando a través de las pantallas, despertando de esa despreocupación en la que los kilómetros nos mantenían a salvo a medida que las víctimas se acercaban. Madrid, Barcelona, Málaga, entre otras ciudades, fueron las primeras en convencernos de que este “bicho” era real, que llegaba a por todos y que no pararía hasta colonizar toda la tierra, como así lo está haciendo. Los humanos solemos creernos estar por encima de todo y de todos, y esa actitud de superioridad es la que nos está demoliendo, nos está destrozando, esperando que nuestra estupidez siga debilitando nuestra sociedad y así el “simple resfriado” asegurar una fácil victoria.

Las primeras muertes en Andalucía nos miraron directamente y nos alertaron de dicha realidad, y tarde, como solemos actuar por regla general, nos pusimos en alerta y comenzamos con las medidas antivirus, que en sus inicios nos parecieron alarmistas. Pero nos adaptamos y volvimos a naturalizar dicha situación. Recuerdo los primeros aplausos para los sanitarios, donde mis lágrimas no dejaron de caer y aplaudía hasta que las manos se me enrojecían de dolor. En estos días me da la sensación de que también lo hemos convertido en un hábito casi impuesto, que se hace por mera rutina. Así somos y así aplicamos ese mecanismo de defensa que nuestra especie saca a relucir ante las adversidades, dejando nuestras vidas en muchos aspectos a merced de la suerte.

Particularmente, suelo ser incrédulo y desafortunado en este terreno y me rijo por patrones de conductas más sensatos que una ruleta. Me niego a perecer con naturalidad, a morir porque me toca. Me niego a naturalizar cada una de las muertes que esta pandemia está dejando, donde tentar a la suerte, puede costarnos la vida.

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