Matrícula de deshonor

Crítica destructiva

Por lo que estamos viviendo, nos encontramos en esa era desesperada en la que se utiliza la crítica destructiva para descargar esa impotencia que sentimos

Publicado: 13/04/2020 ·
11:54
· Actualizado: 13/04/2020 · 11:54
Autor

Federico Pérez

Federico Pérez vuelca su vida en luchar contra la drogadicción en la asociación Arrabales, editar libros a través de Pábilo y mil cosas

Matrícula de deshonor

Un cajón de sastre en el que hay cabida para todo, reflexiones sobre la sociedad, sobre los problemas de Huelva, sobre el carnaval...

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Desde mi perspectiva, la crítica siempre me ha parecido una de las herramientas más positivas para ofertar otras alternativas o mejorar las existentes dentro de un contexto comprensivo y respetuoso, y desde una base productiva, unificadora y generadora de sumas de ideas. La crítica es de las mejores fórmulas para edificar el mundo desde el todo, siempre y cuando se rija por unos parámetros objetivos y dentro de ese marco constructivista del que tanto se habla en estos días. Pero más allá de esta premisa de la que parto, otros actores frecuentan las miserias destructivas del “todo vale”, creando falacias en los entornos más sensibles, generando ese “servilismo mamón” que al final, es el que hace el trabajo sucio y tan eficaz para esos objetivos tan vilmente creados.    

Es en este despropósito, en esa deformación que se inclina a la maldad, donde nace la deplorable crítica destructiva: opiniones particulares y personales sin ningún tipo de pudor que aparecen cuando menos se necesitan, destrozando y condicionando todo aquello que tocan y quebrando a la sociedad con opiniones absurdas, sin base ni fundamento, pero con ese claro sentido demoledor y desgarrador que tanto interesa a ciertos sectores. Más que este virus, son estas estrategias maliciosas, con ese efecto bola de nieve, las que están debilitando al país, donde los intereses particulares se abren camino entre las miserias que engendra la situación por la que estamos pasando, utilizando dicha situación como pretexto para descalificar desde el insulto fácil, desde la ofensa llamativa e impactante y bajo la protección del triste dolor que por desgracia se está viviendo, siempre con esa garantía de soltar sandeces desde las barreras. Un juego en el que poco se tiene que perder.

En esas estrategias, entran en juego los juicios de valor, los conceptos preconcebidos y la capacidad de sacar de contexto lo más relevante, desvirtuando hechos y circunstancias que se sirven al mejor postor, que en la mayoría de las veces suelen ser ellos mismos. Lo curioso, y lo podréis comprobar constantemente, es que dichas críticas destructivas suelen ser genéricas, enjuiciadoras y se suelen basarse en lo pasado, cerradas ya para las alternativas y sin opciones de aprendizaje, así se evitan asumir responsabilidades. “La crítica debe hacerse a tiempo, no hay que dejarse llevar por la mala costumbre de criticar sólo después de consumados los hechos” (Mao Tse-Tung).

Por lo que estamos viviendo, nos encontramos en esa era desesperada en la que se utiliza la crítica destructiva para descargar esa impotencia que sentimos ante escenarios tan desconcertantes. Seamos más inteligentes, procesemos con frialdad la situación y no nos dejemos manipular por todo lo que nos cuenten. Las verdades no siempre están en las palabras, por muy bien construidas que parezcan, y menos si se sustentan en el drama, prostituyendo el dolor de todos aquellos que, desgraciadamente, necesitamos gritar. Una semana menos.

 

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