Hacía muchos meses que no me enfrentaba al carnaval dedicándole una de mis columnas semanales. La pasada semana comencé las típicas rondas por los distintos locales de ensayos de las agrupaciones que se preparan para el concurso de febrero. Un ritual que llevo a cabo desde hace más de dos décadas, con mayor o menor motivación, pero cumpliendo con los protagonistas de esta fiesta, que son los que logran arrancarme la desgana y el hastío que me produce dicho esfuerzo.
Viva Huelva y Huelva24, a través de un servidor, ya están preparando la nueva temporada y era necesario tener esos primeros contactos. Entrar en uno de estos locales es como pasar a otra dimensión: ver las caras de siempre, las nuevas, las que se alejaron y las que tras muchas ausencias, vuelven. Es embriagador el ambiente: los saludos, los besos, los abrazos efusivos, las preguntas de interés familiar, laborar o social. Es recuperar en unas horas largos meses de letargo carnavalero. Me motivan las presentaciones de los nuevos copleros, nombres que se sumarán a la gran familia y que tengo que anotar para memorizar y guardarles su lugar en mis aportaciones mediáticas, que aquí todo el mundo debe tener cabida y el olvido -os lo aseguro- es un mal compañero.
Este año inicié dicho recorrido con la visita a la chirigota de Antonio Cabezas, que según asegura, será su último año en las tablas del Gran Teatro y espera colgar la pluma con su mayor trabajo, algo que no le será difícil dada su capacidad para producir verdaderas obras de arte. Como siempre, fue una enorme experiencia vivir de nuevo un ensayo con gente de la talla de Pedro Vinagre, Nono Alvarado, Los hermanos Pichardo, Juan Aragón, Víctor Rúa, Gabriel Cruz y otros veteranos chirigoteros que lo daban todo una y otra vez para lograr la perfección en las notas, vocalización, interpretación, ritmo... Un trabajo pesado, agotador y aburrido, pero con las miras siempre puestas en el resultado final, que en mi presencia lograron, llegando a trasladarme por momentos a mi silla en el foso del Teatro. Los descansos son aprovechados hasta los últimos segundos: cigarro para los que fuman, liquido para las gargantas y los comentarios de valoración sobre lo que se ha metido (las letras nuevas que se van añadiendo al repertorio). Salí con una motivación que particularmente me asusta, dado que me incita a implicarme más en un momento en el que el tiempo no me sobra.
El segundo ensayo en el que me presenté fue el del Coro de Huelva, una iniciativa que parte de Manuel y Pepe Alvarado, Helena Sandino, Manuel Fernández, Manuel Tirado y 30 locos carnavaleros más que desean acabar con esa ausencia de coros en esta fiesta, y aunque jamás me he permitido hablar de mi visión antes de que los grupos se suban a las tablas, hoy me saltaré dicha ley para felicitar a todos y cada uno de los participantes, no sólo por lo bonito que suena, algo que me sorprendió gratamente, sobre todo por el esfuerzo y el entusiasmo que observé en el ensayo, en el que me entraron ganas de unirme a ellos y repetir con esa voz de Sabina las últimas palabras de cada frase. Imaginaros a tantas voces sonando en un local repleto de familiares y amigos, la plancha llena de pinchitos y hamburguesas, el sonido del hielo en los vasos y los más pequeños revoloteando entre la gente con el siseo constante de los padres, un bullicio atractivo que me engancha y me hace perder la noción del tiempo. Yo nunca llego a casa a las 3.00 de la madrugada; qué le voy hacer si soy carnavalero.
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