Matrícula de deshonor

¿Congreso o patio de colegio?

El Congreso de estos eruditos diputados se está convirtiendo en un patio de colegio, carente de normas, en el que se está mostrando una imagen vergonzosa

Publicado: 26/11/2018 ·
13:04
· Actualizado: 26/11/2018 · 13:04
Autor

Federico Pérez

Federico Pérez vuelca su vida en luchar contra la drogadicción en la asociación Arrabales, editar libros a través de Pábilo y mil cosas

Matrícula de deshonor

Un cajón de sastre en el que hay cabida para todo, reflexiones sobre la sociedad, sobre los problemas de Huelva, sobre el carnaval...

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La situación política actual no deja de sorprendernos, y menos el elenco de personajes que pululan en su interior, que destacan por sus repetidos comportamientos ‘ejemplares’, tanto dentro de sus responsabilidades como en sus vidas cotidianas. Si ya estábamos cansados y frustrados por las constantes informaciones de muchos de estos espabilados que no eran capaces de sujetar sus incívicas manos, ahora le toca el turno a los insultos, amenazas, disputas, y, aunque resulte increíble, escupidas, así, tal como leen. Nuestros diputados cada día nos sorprenden más, y, cuando creemos que han tocado fondo, aún tienen esa cualidad de seguir hundiendo más esa imagen, que ya, poco les queda por hacer.

El Congreso de estos eruditos diputados se está convirtiendo en un patio de colegio, carente de normas, en el que se está mostrando una imagen vergonzosa de sus funciones, actitudes y educación. Visto lo visto, entiendo que exista tanta crispación en la sociedad, tanta violencia, tanto odio, si quienes deberían servir como modelos de referencia de este país ejercen esa influencia negativa que alimenta esas actitudes. No sorprende que estemos viviendo esta precampaña electoral en Andalucía con comportamientos como insultos, presión, boicoteos de taxistas, carteles con pintadas, etc. Resultado de lo que estos impresentables nos están mostrando.

Pero no hay que ir muy lejos para observar estas guerras impropias entre los distintos partidos. Nuestros plenos están al orden del día con irónicas respuestas, preguntas con doble sentido o tajantes cortes verbales que engendran esa misma rabia ante quienes deberían cumplir con la base fundamental de cualquier civilización: el respeto, que sigue brillando por su ausencia. Ser político en cualquiera de sus facetas debería tener implícita una serien de normas y compromisos a cumplir con una clara y autoritaria exigencia, con un sólo resultado, el abandono de ese rol que pagamos entre todos los ciudadanos.

Desde mi opinión, no concibo tales despropósitos y exijo medidas severas que garanticen nuestra inversión económica en personas que, como mínimo, sean capaces de controlar la rabia y encuentren alternativas para solventar las diferencias existentes. En caso como los vividos en estas semanas, sin duda alguna, deberían estar fuera de la política... ¡Político que se cuela... a la calle!

 

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