Matrícula de deshonor

Huelva sigue mendigando

¿Cuál es el límite que una ciudad necesita superar para romper esa actitud pasiva, apática o abúlica y defender los derechos que se merece?

Publicado: 08/05/2018 ·
14:16
· Actualizado: 08/05/2018 · 14:16
Autor

Federico Pérez

Federico Pérez vuelca su vida en luchar contra la drogadicción en la asociación Arrabales, editar libros a través de Pábilo y mil cosas

Matrícula de deshonor

Un cajón de sastre en el que hay cabida para todo, reflexiones sobre la sociedad, sobre los problemas de Huelva, sobre el carnaval...

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¿Cuál es el límite que una ciudad necesita superar para romper esa actitud pasiva, apática o abúlica y defender los derechos que se merece? Fábricas, sanidad, malos olores, fosfoyesos, presupuestos vergonzoso; del AVE, mejor no hablar. Huelva no debe tener fondo, no tiene límites visibles que determinen ese punto de inflexión en el que rebelarse y posicionarse ante tanta desidia y dejadez. Los años siguen pasando y las promesas incumplidas se amontonan en cajones de despachos alejados de una realidad constante, que nos posiciona muy por debajo del nivel que esta ciudad se merece. Nuestras voces siguen siendo limitadas y carentes de fuerza que inciten al cambio, que griten nuestras necesidades para que se nos tenga un mínimo de respeto. El trato que recibimos sigue siendo equiparable a nuestro propio compromiso, que es casi nulo, y sólo en determinados momentos y por determinados sectores. La Huelva de mis sueños, la luchadora, la valiente... aún no es consciente de esta realidad alternativa que nos ha tocado vivir, consecuencia de nuestro propio desinterés. Hemos tenido nuestros momentos: repuntes significativos que se han ido difuminando con el paso del tiempo, que se han ahogado con palabra vacías o que se han perdido ante falsos líderes condicionados por sectores partidarios y/o partidistas. Líderes muy concretos marcados con futuros galardones en los que la sociedad onubense pasa a un segundo plano. Esa Huelva que añoro, que siempre he visualizado, sigue encerrada en sus propias miserias, perdida entre colores y anclada en un pasado, ya olvidado, que no nos deja avanzar. Es fácil enfrentarse a esta tierra, mirarla fijamente a los ojos y venderle cualquier disparate atractivo para calmar la rabia, que dura lo que un fandango en cualquier esquina. La cenicienta de Andalucía, la olvidada de España, sigue mendigando para poder sobrevivir, superando las adversidades a base de migajas para mantenernos vivo, pero con una vida en desventaja y dependiendo siempre de esa “caridad” política y miserable. Nos hemos acostumbrado tanto a suplicar, que nos hemos olvidado del poder que tenemos para exigir. Estamos sin rumbo, a merced de los diferentes capotes que nos tientan, pero sin ese arranque necesario que nos haga despertar. Yo sigo siendo de aquellos que se niegan a sentirse “el culo del mundo”, como he leído en estos días, me niego a aceptar esta cruda realidad que vivimos, y me resisto a creer que los onubenses no tenemos el coraje suficiente para cambiar las cosas. Huelva es parte de un todo, pero una parte tan importante y necesaria como las demás, y hasta no tomar consciencia de ello, hasta no sentirnos así, no lograremos ese respeto y compromiso necesario.

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