Me gusta mi tierra, no es algo que sorprenda mucho, pero me enorgullece decirlo, y sobre todo en estos tiempo que corren, a los que hemos sabido adaptarnos mientras seguimos en proceso de cambio y evolución hacia una ciudad recurrente, donde las políticas urbanas fomentan el protagonismo social-económico necesario que genera esa fricción social acelerada, "de prontos", de la que surgen aglomeraciones que parten de actividades coordinadas y en cooperación, que potencian nuestra imagen y generan ingresos. Huelva se está desmarcando de aquel vacio inhóspito de desarrollo lento e incierto, con una activación endógena con hambre de cambios constantes, que empiezan a llenar de vida nuestras calles con acciones atractivas que sirven de motor cultural e innovador, con esa magia para activar el desarrollo, creando cierta confianza para el empleo y el bienestar social.
“Me pone tela” observar cómo mi ciudad se convierte en agente clave de dichas políticas de activación, con las que nos empezamos a sentir cómodos y, sobre todo, parte integrante: ciudadanos, negocios y organismos públicos o privados, con esa homeostasis esencial vamos avanzando al son que marcan las ideas, que no dejan de fluir, con mayor o menor acierto. Huelva está dispuesta a crear Récord Guinness, Copa del Mundo de Triatlón, ser Capital Gastronómica o todo aquello que se proponga, abrazando a un mar esquivo y necesitado de ingenio, que nos convierta en una ciudad llena de vida y atractiva. Huelva necesita ser esa ciudad cercana, afectiva, interesante y sorprendente, en la que constantemente se pongan en valor nuestros principales recursos culturales, gastronómicos, históricos, etc., y nos sitúe en los calendarios de todo el mundo.
