Este año me ha sorprendido el buen hacer de muchos ayuntamientos españoles, que decidieron sacar sus cabalgatas de Reyes días antes, para evitar que la lluvia anulara uno de los momentos más especiales del año. Me ha resultado una decisión valiente, rompiendo con las estructuras sociales y rituales tan estrictos en temas tan controvertidos como los religiosos.
Particularmente, valoro mucho medidas tan razonables y lógicas, a pesar del sentido profundo y estricto del que nacen. En general, estos consistorios han sido capaces de adaptarse a las realidades y anteponerse al posible desafortunado desenlace -así hubiese sido en la mayoría de ciudades y localidades- dándole mayor valor al acto en sí, a lo que implica, a la inversión realizada, al trabajo de miles de personas, incluso a la economía hostelera, pero sobre todo, a la ilusión de los más pequeños, que son los que verdaderamente viven con entusiasmo estos días.
Aún así, es aceptable cualquier crítica, y tenemos la libertad de opinar sobre ello, pero cuando ves disfrutar a tantos niños, a sus abuelos y madres, ese tipo de comentarios perniciosos, en muchos casos, pasan a un décimo plano, donde lo esencial en este tipo de actividades sociales se ha cumplido en la mayoría de los casos.
Siendo honesto, me resulta muy positivo observar cómo los ayuntamientos arriesgan en decisiones que podrían volverse contra ellos mismos, y que en vez de pensar en los votos, pongan su atención en lo realmente importante, y no es algo que observemos muy a menudo. Que Melchor, Gaspar y Baltasar lleguen 24 horas antes no hará que millones de pequeños pierdan esa inocente ilusión que los hará sentirse los más felices del mundo. Mi enhorabuena por el riesgo, por el esfuerzo y sobre todo, por pensar en ellos.