Llega una edad en la que el paso del tiempo empieza a ser consciente en nuestras vidas, a pesar de haber estado presente desde nuestro nacimiento. Cumplir años, más allá de la celebración, tiene connotaciones bastante considerables para nosotros y a medida que nos hacemos mayores, ese tiempo se hace pesado y empieza a ser percibido, en muchos casos, con aprensión y ansiedad. Lo que verdaderamente nos impacta, es el inevitable final de nuestra existencia, que se hace latente con la pérdida de la juventud, disminución de la vitalidad e ir acercándonos a un futuro que siempre hemos visto muy lejano.
La realidad es que huimos de ello y vamos fintando los años como si no fuese con nosotros, hasta que los indicios concisos y claros se apoderan de nuestro cuerpo, y la mente, casi por obligación, tiene que parar. Sin embargo, soy de aquellos que miran este hecho desde un abordaje más amplio, desde una perspectiva más natural y realista, algo que me ayuda, siempre con dificultad, a comprender y aceptar el envejecimiento, y el posterior final, como un triunfo vital del que poder sentirme orgulloso. Está claro que esta sociedad no está preparada para afrontar estas circunstancias y está enmascarada en una humanidad que valora más la juventud y la belleza desde unos patrones muy joviales, promoviendo valores e ideales inalcanzables. La industria de la moda, la publicidad y medios de comunicación contribuyen en ese contexto narrativo que asocia el envejecimiento con la pérdida de valor social.
Llegan esos momentos en los que las reflexiones son más habituales. Valorar logros, oportunidades, perdidas, sueños cumplidos o no, y de pronto, miramos hacia dentro para tomar contacto con nuestra salud física y mental, convirtiéndose este hecho, a veces, en algo obsesivo. Pero la vida, ya he dicho muchas veces, jamás promete amor eterno, y todos estos pasos que sentimos son el proceso natural y evolutivo, y una herramienta para adaptarnos a todo lo que aún queda por llegar. La familia, los amigos, y disfrutar del día a día siempre serán la estrategia más aceptable para combatir la evolución. Obviamente, un estilo de vida saludable en todo su contexto siempre contribuirá de forma positiva. Pero lo importante sería tener una visión “del ser mayor” más aceptable y con esa mirada de sabiduría y experiencia que dan los años, resaltando lo que se ha logrado, vencido, superado, y no tanto aquello que se pierde. Cumplir años y envejecer no es sinónimo de pérdida, sino una oportunidad para disfrutar de lo aprendido, de redescubrirnos, valorando con ello este precioso viaje del que, tarde o temprano, tendremos que bajar.
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