Pensaron que estaban viviendo la noche del 14 de julio de 1789. París, los más altos allegados del rey Luis XVI estaban inquietos por las noticias que le llegaban de las distintas zonas de la capital. París es Francia. Había indicios de que las fuerzas leales al rey borbón de Francia se estaban ya cambiando de bando. La tensión subía en los salones del palacio real. Llegó un momento en que el rey preguntó para conocer la verdad sin tapujos - a los reyes, como a todas las personalidades que están en la cúspide del poder casi nadie les dice la realidad de los hechos -. Le comunicaron que las cosas estaban yendo mal y sin control. La Bastilla había caído. El rey exclamó una frase que pasó a la historia: “Es una revuelta”. El duque que le asistía le respondió con otra más histórica: “No, Señor, es una revolución”.
Así cayó el Antiguo Régimen en Francia, con la revolución francesa. En España no hubo tal en lo que siempre se llamó el Régimen. Se fue disolviendo por huelgas de trabajadores y movimientos estudiantiles, por la incapacidad del sistema político a adaptarse a los cambios que demandaba la sociedad española y por la muerte de quien encarnaba el poder absoluto hasta su fallecimiento. Cuando muere el dictador, el mundo internacional impulsó - con un retraso de 30 años, tras la finalización de la II Guerra Mundial - el cambio que, por el miedo a la Unión Soviética- entonces no se produjo. Pero la transición no fue una revolución, ni siquiera una revolución tranquila. Fue una transición con muchos pasos adelantes y algunos hacia atrás, con sangre, intentos de golpes y renuncias por todas las partes. Los que detentaron 40 años el poder, sus cuerpos de seguridad, sus jueces prevaricadores, las fortunas acumuladas, primero con el estraperlo, después con los favores políticos, se respetaron en su integridad. Ni un solo represaliado, No hubo una noche de cambio de régimen.
Los que patrocinaron, eufóricos y felices, la protesta festiva y sonora contra el gobierno que ha bregado, con aciertos y errores, la pandemia que ha costado casi 30.000 vidas creían llegada su revolución. Pero hay una Constitución que no se tambalea porque Pío Moa y Sánchez Dragó pidan un gobierno técnico, por las ensoñaciones de Ansón o porque colapsen la Castellana. Madrid no es España.
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