Las declaraciones previas a la extensión de la crisis del coronavirus de Trump, Boris Johnson, de Bolsonaro y de otros líderes de la derecha se han visto desmentidas por los hechos. Trump y Johnson ya han rectificado. Trump se deja aconsejar, y hasta desautorizar, por un asesor científico del gobierno, Anthony Fauci, y Boris Johnson se corrige a sí mismo ingresando contagiado en un hospital para ser atendido. Olvidó que había dicho que la pandemia no podía parar la economía aunque diezmaría a una parte de la población. Bolsonaro ha recibido -a pesar de tener su gobierno lleno de altos cargos militares- un serio aviso de los mandos del ejercito, por su inconsciencia ante una crisis que había menospreciado. Como Trump, Como Boris. Han cambiado chapuceramente sus discursos iniciales.
Mattarella, presidente de Italia, lanzó un mensaje a los partidos para que se entiendan. Demandó concordia para "evitar estados de ansia inmotivados y a menudo contraproducentes”. La reina Isabel II, hizo lo propio y rememoró el discurso que dio a la nación en 1940, con ocasión de la II Guerra Mundial. El presidente de Portugal, Rebelo de Sousa, ha llegado más lejos: “Un día más tarde es peor que un día más pronto. La economía necesita dinero más pronto, las familias necesitan dinero más pronto, los trabajadores necesitan trabajar pronto, salarios más pronto. Esa lucha también es de la banca”, para solicitar a la banca que devolviera a la sociedad lo que recibió durante la crisis de 2008.
En España, el rey dirigió su discurso más visto -15,6 millones - y pidió responsabilidad, civismo, humanidadysolidaridad, “especialmente con los más vulnerables, para que nadie pueda sentirse solo o desamparado”. Lo que ignoraba el monarca era que la oposición española no era como la de otros países y comparte sus objetivos con la prensa afín a las posiciones de la derechas. Esta crisis - que nunca fue negada, ni ninguneada, ni menospreciada por el gobierno- les ha servido no como un combate contra el coronavirus sino como una oportunidad para derrocar al gobierno. El insólito objetivo no es sanar y salvar al país sino provocar un cambio de gobierno. “Enfrentamos desunidos la más grave amenaza que ha tenido la humanidad”, ha solemnizado Manuel Castells, el ministro mas brillante del gobierno: “Se decía “no somos China”. Pero eso el virus no lo sabe”.
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