Cuando se dio el golpe de corrupción política y urbanística para impedir el gobierno de la Comunidad de Madrid por la izquierda, para sustituirlo por uno de Esperanza Aguirre, se le dio el nombre de Tamayazo. Eduardo Tamayo era el diputado que se vendió, acompañado por otra diputada, Maria Teresa Sáez, para conseguir que Rafael Simancas fracasara en su intento de ser investido presidente. Ahora la puñalada por la espalda al Partido Popular y al propio Mariano Rajoy se lo da otro integrante de aquel gobierno maldito de José María Aznar de la mayoría absoluta de Aznar - el mismo que se paseó triunfante por los patios herrerianos de El Escorial en la boda del siglo de la vanidad y la corrupción de la hija del presidente Aznar-.
Casi la totalidad de aquel gabinete se ha visto condenado, imputado o salpicado por las decenas de causas que cada día relatan los medios de comunicación, con el protagonismo del “milagro económico” para sí mismo Rodrigo Rato, como primer espada de la corrupción política. A este paso Rajoy se va a quedar sin amigos ni para jugar al mus. Tendrá que leer el Marca y el As sólo. Quizá le reste Ana Pastor, única marianista con carnet reconocido por el presidente, porque a Soraya Sáez de Santamaría no la quiere el aparato popular.
El caso de Eduardo Zaplana es el de quien ha vivido peligrosamente durante años primero como alcalde de Benidorm y luego en sus siete años como presidente de la Comunidad Valenciana, se vio implicado en el fallido caso Naseiro , tras llegar a la alcaldía con el voto del transfuguismo, y ahora se comprueba la expatriación y repatriación -experto en export e import de capitales fraudulentamente obtenidos- de sus comisiones, a juicio de la guardia civil , los juzgados valencianos y la Audiencia Nacional.
Era un acusador inflexible y desabrido como portavoz parlamentario del Partido Popular, con enfrentamientos durísimos contra el fallecido presidente del Congreso, Manuel Marín y acusaciones intolerables contra el primer gobierno de Zapatero, como espadachín parlamentario de Mariano Rajoy, entonces jefe de la oposición. Los Savonarolas de la política, como el fraile dominico florentino, que predicaba contra el lujo y los libros de Bocaccio para quemarlos, y él mismo terminó en la hoguera, suelen esconder tras los discursos con soflama exterminadora su propia debilidad. En estos días se están viendo más ejemplos de ello.
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