El pobrecito hablador

El cagómetro

Yo tengo claro el motivo, y no es otro que el miedo. El terror a que un pueblo que representa el 25% del total del Estado tenga voz propia

Publicado: 17/02/2020 ·
17:20
· Actualizado: 17/02/2020 · 17:20
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  • Teresa Rodríguez. -
Autor

Francisco Palacios

Palacios es matemático y programador. Publicó su único libro hace ya unos años y sigue siendo el autor más leído de su calle

El pobrecito hablador

Escribo sobre lo que me gusta, pero sobre todo sobre lo que me disgusta, como un grito desesperado para no ganarme una úlcera

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Como suele pasar en todas las relaciones que salen mal y acaban en divorcio, no me importan los motivos, ni quien tuvo más parte de culpa, ni quien se queda con el piso y los gatos. Y en el caso de Teresa y Pablo, tampoco. Aunque era un hecho conocido que esa pareja no llevaba buen camino y que terminarían como el rosario de la aurora, de momento parece que la separación se está llevando de mutuo acuerdo y que no asistiremos al típico lanzamiento de jarrones a la cabeza del otro.

Lo que realmente me llama la atención es la reacción de medios, políticos y otros sectores, ya sean andaluces o mesetarios. La posibilidad de la creación de una nueva fuerza andalucista, sin riendas más allá de Despeñaperros, libre, feminista y ecologista ha despertado cierto rumor, un ruido blanco de fondo incómodo y molesto.

El salto mortal hacia delante es arriesgado, sin duda, y la fragmentación de la izquierda no suele traer buenos resultados, como el pasado nos ha mostrado en infinidad de ocasiones. Pero en este caso, hay algo más. Parece que lo que molesta no es la aparición de un nuevo partido, sino su carácter andalucista.

Nadie se quejó de que la derecha se atomizara en sus tres variantes: dura, más dura y diamantina. Nadie puso el grito en el cielo cuando Teruel empezó a existir en las papeletas. De la misma forma que nadie se alarma ante la existencia de diversas opciones nacionalistas vascas, catalanas o gallegas. Pero parece que el hecho de que el Andalucismo posea una nueva herramienta de manifestarse sin las ataduras de una dirección capitalina no es noticia bien recibida.

Aparte de los ya clásicos y manidos argumentos de la atomización de la izquierda, aparecen otros críticos que hablan del Andalucismo con un desconocimiento que ralla el analfabetismo político, comparando nuestro nacionalismo con el de otros territorios, algo que revela el eterno y sempiterno intento de relegar a anecdótico todo lo que huela a Poder Andaluz.

Yo tengo claro el motivo, y no es otro que el miedo. El terror a que un pueblo que representa el 25% del total del Estado tenga voz propia, una voz que, bien afinada, podría hacer temblar los cimientos del status quo.

Atentos a sus pantallas. Algo bueno pasará, y a las pruebas me remito. El cagómetro se ha encendido. Y no suele ser en balde.

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