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La ciudad y el dinero

No se sabe si la tienda fue a parar dónde estaba el cruce o los caminos fueron a cruzarse en el mercado

Publicado: 10/04/2019 ·
09:24
· Actualizado: 10/04/2019 · 09:26
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  • Edificio Plaza del Teatro. -
Autor

Ángel Pérez Mora

Escuela de Arquitectura de Málaga. Autor del proyecto de Rehabilitación del Palacio de la Aduana y Plan Especial de Baños del Carmen

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Además de poderoso caballero, don Dinero es palabra denostada y asunto escabroso. Construye y destruye personas y relaciones. Es principio de desigualdad y a la vez motor del desarrollo. Sin dinero no existe la ciudad. La ciudad surge de la tendencia humana al encuentro. Primero para cubrir una necesidad vital, y después para ejercer el intercambio de palabras, la conversación amistosa y el libre pensamiento.

No se sabe si la tienda fue a parar dónde estaba el cruce o los caminos fueron a cruzarse en el mercado. Los que frecuentan la historia piensan que al principio las personas se encontraron en un lugar para cambiarse cosas. Con el comprar y vender vino el charlar. Poco después hizo falta otro sitio para conversar no muy lejos de las tiendas. A eso, los cultos lo llamaron foro y más tarde le dieron forma distinta a la del mercado.

La ciudad vino con sus ciudadanos y retrocede con cada ciudadano que pierde. Otros llegan pero no la viven, solo vienen a hacerse selfies. Sin gente que tenga necesidad de intercambio las tiendas cierran. Por más que quieran convencernos los gobernantes, la ciudad desaparece sin gobernados y en su lugar aflora otra cosa.

La ciudad vive en los que viven en ella. Crece con la llegada de trabajadores. Gracias a su trabajo-dinero la ciudad mejora, primero desde dentro de sus casas y después desde fuera, en forma de avenidas entre sus edificios. Es en el libre cambio donde el trabajo-dinero ayuda a prosperar a las personas. Y con las personas prosperan los lugares que habitan con su continuo "vende y compra" de comida, ropa y fiesta.

De un tiempo a esta parte ha venido eso que llaman globalidad, que nos permite comprar a cualquiera en cualquier parte del mundo siempre que no nos importe quién fabrica lo que vestimos; y menos aún qué recibe por su trabajo el que nos viste. ¿Qué valor tiene la palabra ética en nuestro primer mundo, mientras viste productos fabricados por personas explotadas en el tercero?

Hasta hace poco nuestros impuestos construyeron nuestras ciudades. Nuestros impuestos y los fondos europeos, esos que llegaron después de cerrar astilleros e industrias. Mientras ahorramos aquí, nuestros ahorros viajan lejos. Dónde paran y qué construyen es para todos nosotros un misterio, vienen y van mientras en la red permanecen sus dígitos.

Muchas ciudades compiten entre ellas en un mercado global de servicios. Su presente no les pertenece pues dejan de tener habitantes para alojar transeúntes. Así carecen de ciudadanos que puedan decidir su propio futuro. Si en el centro de Málaga, dentro de pocos años, no queda ni un edificio sin uso hotelero, ¿cuál será entonces la diferencia con Puerto Sherry o Puerto Marina? Hinchadas las velas al viento favorable de un dinero variable y anónimo, ¿quién es el capitán que realmente conduce nuestra ciudad y a qué puerto? Desde sus enmarmoladas aceras, calle a calle, terraza a terraza, la Málaga del Cenachero se asoma al hiperespacio como el halcón milenario y… ¡da vértigo¡

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