El campus universitario de Teatinos alberga en su interior una gran riqueza botánica. Entre la cantidad de edificios y un boulevard como el de Louis Pasteur que dotaban de demasiado asfalto al paisaje, la necesidad de ‘frescor visual’ era creciente. Hace más de dos décadas se decidió dotar de verdor a esta expansión del oeste de la capital malagueña en un momento en el que la sequía azotaba muy fuerte. Quien conoce muy bien este rincón vegetal es Enrique Salvo Tierra. Doctor en Botánica, fue ideólogo y diseñador de este jardín allá por los años 90. “Esto fue una idea que tuve cuando estuve de secretario general con Martín Delgado (José María Martín Delgado fue rector en los 80 y en los 90). Me decía que esto no era un campus y que había que hacer algo para reverdecer la zona. En una época de ‘metasequía’, Málaga no tenía cómo regar los jardines, entre otras cosas porque no había agua para beber. Tuvimos que empezar a ajardinar recurriendo a lo que teníamos alrededor pero que no necesitara agua y lo que hicimos fue conseguir una serie de plantas autóctonas que han funcionado muy bien prácticamente sin mantenimiento”, explica Salvo Tierra.
Estas especies, plantadas en diversas isletas, son, entre otras madroños, adelfas, romero o algarrobos. Una de las joyas del campus es el Jardín Botánico. Este pulmón verde de una hectárea y media se encuentra situado entre las facultades de Ciencias y Filosofía y Letras y cuenta con alrededor de una decena de zonas diferenciadas en cuanto a las especies que acogen: la rosaleda, el palmeral, trepadoras, tropicales, coníferas o cactus, entre otras. Algunas de las variedades llaman especialmente la atención como son los jacarandás (aunque esté extendido el uso de ‘las jacarandas’, no es lo correcto) o las araucarias, cuya parte más alta, siempre que se curva lo hace en orientación sur. Si de lo que se habla es de una planta de que sobreviva a las mayores dificultades, ‘el premio’ se lo lleva el ginkgo biloba, una especie muy estudiada y demandada tras descubrirse que un ejemplar se encontraba a 50 metros del lugar donde cayó la bomba atómica de Hiroshima y sobrevivió.
También hay lugar para el recuerdo como las calles que los recorre. Los nombres de Pablo Prolongo y Félix Haenseler ocupan sendas vías. Junto a ellos, que fueron los botánicos descubridores de pinsapo, árbol de procedencia autóctona malagueña, también está la memoria del que fuera presidente de la Academia de las Ciencias de Málaga, Modesto Laza. El más antiguo de todos estos ilustres ‘presentes’ es Ibn Al-Baytar Al-Malaquí, el primer botánico de la historia local y que nació en el municipio malagueño de Benalmádena. Su gran labor de investigación se desarrolló a través de una ruta por el norte de África, gracias a la cual se introdujo en Málaga el consumo de la endivia. Murió en la ciudad siria de Damas, en el siglo XVII debido a la ingesta de una planta que resultó ser venenosa.
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