Apenas quince metros separan a Lagunillas de la casa natal del genial Pablo Picasso. Quince metros que bastan para encontrar dos realidades muy distintas. Frente a la lustrada imagen de la Málaga más cultural, un paseo a través de la calle Madre de Dios nos adentra en un barrio que lucha por resurgir de sus cenizas, a golpe de spray. Poco queda ya de aquella calle Lagunillas, antaño una de las arterias más comerciales, pegada a la bulliciosa calle Victoria. Hoy, la realidad nos da de bruces con negocios cerrados, solares vacíos, inmuebles abandonados y ventanas tapiadas para evitar molestos intrusos. Pero el color se abre paso entre las grietas. El arte urbano se ha convertido en la gran esperanza del barrio, convirtiéndose en un polo de atracción espontáneo de artistas, sin subvenciones de por medio.
A uno de los que más le duele este barrio es, sin duda, a él, que se reconoce “paleño, aunque de adopción lagunera”. Encabeza desde hace años la lucha para dignificarlo y, después de mucho tiempo, ahora, se muestra esperanzado. “Lagunillas está resurgiendo, sola, sin ayuda de nadie, ha surgido una burbuja de arte urbano y todo el que llega a este barrio se enamora, parece que de los escombros, de la basura y de la pobreza que hay aquí ”, reconoce Curro López, presidente de la Asociación de Vecinos Lagunillas-Cruz Verde.
Él es el ‘tito Curro’ en el barrio, y así lo atestigua la pintura que luce a la puerta de su casa, en calle Pinillos. Pocos no se paran a saludarlo cuando se cruzan con él. Desde hace más de quince años está al frente de un reparto que alimenta a más de 500 familias en un barrio que la propia Unión Europea calificó años atrás de marginal y donde el paro y la pobreza se han cebado. Al menos, la tragedia se digiere con humor, tal y como atestigua un flotador colgado en lo alto de un poste de madera de la luz bajo el lema “Si el país se hunde, estamos preparados”.
El fiasco de las Tecnocasas
“Parece que las instituciones no tienen interés en recuperar Lagunillas”, lamenta López, que asegura que el edil de Urbanismo, el popular Francisco Pomares, les ha pedido “paciencia” y que les toca esperar “un añito más de sufrimiento”. El proyecto de las Tecnocasas se vino abajo en plena crisis llevándose consigo la esperanza de que las expropiaciones de solares y edificios dieran paso a promociones de vivienda pública y equipamientos que revitalizaran el enclave.
Ahora, precisamente, la Junta de Andalucía y el Ayuntamiento de Málaga han acordado resolver el convenio y redistribuir las parcelas para “a medio plazo, promocionar aquellas parcelas que se consideren viables para actuaciones de vivienda protegida”. “No tenemos apoyo del ayuntamiento, salvo para el local del reparto de alimentos, y con eso no basta, no podemos conformarnos con cerrar 20 negocios en menos de diez años, si no llega a ser por el movimiento artístico, no sé qué hubiera sido del barrio, si Picasso levantara la cabeza, se moría del infarto ...”, lamenta.
Chamorro, el alma
Cuando la necesidad apremia, el ingenio se agudiza. Y parece que entre luces y derribos, el pintor madrileño Miguel Chamorro, afincado en el barrio, encontró en la cultura su ‘leit motiv’ para cambiar las cosas. Él fue, sin duda, el germen de lo que es hoy Lagunillas. Su ‘Fantasía en Lagunillas’ ayuda a los pequeños del barrio a no perder el empeño por cambiar su futuro. Así lo atestigua el decano mural que recorre una estrecha calle elaborado por los niños del barrio. Tras su valiente gesto, muchos otros cogieron el testigo, encontrando entre la ruina de Lagunillas el mejor de los lienzos posibles para expresarse.
Es el caso de Doger, que firma muchos de los murales que encontramos en nuestro paseo. “Lagunillas tiene alma propia, aquí me siento como en casa”, asegura. Es uno de los artistas, junto a Dadi Dreucol, Elalfil, BogArt o Lalone que han convertido al barrio en una galería al aire libre, que ha atraído en los últimos años a los creadores y ha llamado la atención fuera de nuestras fronteras. “Fue un cúmulo de circunstancias, me llamó mi amiga Dita para hacer una pequeña intervención para reivindicar que el barrio estaba abandonado porque el Ayuntamiento se preocupa más por los barrios por donde pasan procesiones, por eso hice la ‘Virgen del Descampao’. Una obra convertida en uno de los símbolos del barrio. Aunque ahora, tiempo después, la lista se antoja larga y sería difícil quedarse con uno solo, ya que la facilidad para pintar ha hecho un efecto llamada espontáneo.
Mientras la vida fluye entre las calles, a lo lejos se escucha alguien ensayando unas letras. Raúl o, mejor dicho, el Señor R, lleva ya un tiempo instalado aquí. A las puertas de su casa, los turistas se retratan junto a un mural con su cara. Se ha habituado a ello, y hasta disfruta con que los visitantes, pocos pero cada vez más y hasta de fuera, hayan roto esa barrera y se acerquen sin miedo. “Los políticos deben estar más encima de Lagunillas, tiene muchas necesidades, es un barrio humilde pero con gente muy buena”, asegura. La música, inesperada, espontánea, envuelve el ambiente del barrio, con muchos artistas anónimos. Antes de marcharnos, apostilla que “en barrios con más poder adquisitivo pasan muchas más cosas malas que aquí”.
El cantinero de Cuba, el ‘tito Curro’, Señor R, Pepito Vargas... son muchos los rostros retratados en graffitis urbanos y diseminados en fachadas de casas o tapando las vergüenzas de espacios a la espera de una segunda oportunidad. Entre ellos, destaca un gran solar, reconvertido en la ‘Plaza de la Esperanza’. El ilusionado semblante de Miguel Chamorro da la bienvenida a este espacio, ahora punto de reunión y social y antes aparcamiento improvisado, conseguido a base de insistir. Y mucho.
Barrio de creadores
Estudios creativos como El Cosmonauta o Los Interventores han hecho de Lagunillas su hogar. El arquitecto Matías Murillo regenta el espacio creativo en la calle Vital Aza. Cuando cambió su vida para dedicarse a su pasión, no dudó en elegir Lagunillas para hacerlo. “A mí me pasaba lo que a la mayoría de la gente que no es de Lagunillas, no sabía dónde está, ahora poco a poco va cogiendo un nombre...”, indica. “Del abandono del barrio se está generando una cosa muy orgánica, en Málaga hay gente muy válida con mucha iniciativa, aunque el Ayuntamiento prefiera un alemán al que pagar 30.000 euros por un graffiti”, reivindica.
Un verdadero Soho malagueño, del que da buena fé el camaleón malagueño a las puertas del ‘Futuro está muy grease’, en cuya pizarra piden soñar “más lejos” . Ellos son una de las asociaciones empeñadas en ello, con sus actividades, verbenas y originales intervenciones urbanas.
“Si te pones a mirar en el catastro el plano de los edificios del barrio, verás que probablemente la mayoría sean del ayuntamiento, lo compraron y ni Tecnocasas, ni nada....compraron medio barrio y al final lo abandonaron, unos de los principales problemas ha sido esa actitud”. Muchos negocios como el suyo se quejan de la falta de espacios para la convivencia, “busca una papelera o un banco en Lagunillas”, nos invita.
Como Matías, Lara Soraya, que regenta la Pensión Bruselas, un negocio en un inmueble rehabilitado, da buena prueba de que querer es poder. “Al barrio le hacen falta más negocios, más vida, pero de un año atrás ahora, le vemos más color”, comenta la joven. “Hay gente que conoce muy bien Lagunillas pero que ya no pasa tanto por aquí, yo sí pudiera abría otro negocio, hay muchos locales donde podrían abrir tiendas, cafeterías, más bares, que inviten a venir más”, reivindica.
Del grafitti urbano a la reivindicación de más vitalidad para acabar con la pobreza, pasando por la defensa del patrimonio para evitar perder nuestra memoria. Movimientos que atestiguan que aunque Lagunillas ya no es lo que era, entre las ruinas siempre surge la vida. Colorida, desgarradora e ilusionante.
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