Esta semana, los vándalos han mancillado a uno de nuestros más ilustres vecinos. La escultura de Pablo Picasso sentado en un banco de la plaza de la Merced, muy cerca de su casa natal, ha sufrido estos desmanes. En los ojos del genial artista malagueño han derramado una buena cantidad de pintura, que emula las lágrimas del maestro. Estos daños no han sido los únicos que ha padecido la estatua, puesto que hace unos tres años unos vándalos la arrancaron de su emplazamiento original.
Otra de estas gamberradas ha tomado como víctima la estatua que honra al marqués de Guadiaro, en el parque. La estatua, obra de Mateu Fernández de Soto, recientemente restaurada, presenta quemaduras en varias zonas por los petardos. Los delfines que se encuentran a los pies del busto han sido pasto de la pólvora, así como el pedestal de mármol sobre el que se asienta el busto.
Tampoco se libra de estos ataques la gitana que posa delante de la escultura a Arturo Reyes, situada frente al hotel AC Málaga Palacio. La figura, esculpida por Adrián Risueño, ha sido reparada en numerosas ocasiones. En esta ocasión, la rosa que porta ha sido robada y la mano casi arrancada. El monumento es constante objetivo de estas salvajadas.
El parque también es el escenario elegido para las pintadas. La glorieta de Narciso Díaz de Escovar y la fuente cercana al Fiestero exhiben grafitis.
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