El contexto con el que se encontró Roberto Fernández al inicio de la presente temporada era para valientes. Pensémoslo por un segundo: un muchacho de 20 años que, tras una buena cesión al Barça Atlètic, se encuentra con el panorama de ser la máxima referencia de un Málaga CF que tiene la obligación de regresar al fútbol profesional.
Además, con casi toda la responsabilidad recayendo sobre él, puesto que sus competidores por el puesto de delantero centro eran un chico que en 47 partidos no había conseguido ver puerta y un tío de 34 años que juega de todo menos de delantero centro.
No era descabellado pensar que esta casuística podía pasarle factura en lo anímico, incapaz de asumir ese rol de primera espada. El que pensara eso, metió la pata hasta el fondo.
No solo ha aceptado su papel de indiscutible, sino que, sobre el césped, es consecuente con él: brega del minuto 1 al 90 con quien se le ponga por delante, protesta al árbitro, da oxígeno a su equipo cuando sabe que lo necesita... Y además, mete goles.
Su doblete en la victoria contra el Atlético Baleares no fue fruto de la casualidad ni la suerte. El primer gol es de pillo, de saber ponerte en el sitio correcto en el momento adecuado. El cabezazo del segundo, entrando desde atrás con todo, muestra unas cualidades físicas y una superioridad al alcance de muy pocos.
Son ya diez las dianas que acumula el de Puente Genil, y es de recibo pensar que puede superar la veintena. Obviamente le quedan cosas por mejorar, ¿pero quién no tenía cosas que mejorar con 21 años?
El propio Sergio Pellicer lo dijo una vez finalizada la rueda de prensa: "Más nos vale lograr lo que todos queremos (el ascenso) porque si no va a ser imposible retener a Roberto". Ya se han rechazado multitud de ofertas por él. La última, este mercado de invierno, cuando el Elche puso tres millones de euros para llevárselo. El club se remite a los seis 'kilos' de su cláusula. Una cantidad que posiblemente parezca regalada de aquí a no mucho.
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