Lo que queda del día

Acrónimos y resultados

Hay motivos para la esperanza, aunque en el caso de España haya que buscarlos, otra vez,  fuera de nuestro país

  • Portada de The Economist -

The economist dedicó uno de sus primeros números de este 2019 a analizar el futuro del comercio global. La ilustración y el titular de portada no podían ser más concluyentes: aparecía un caracol con la esfera del mundo por caparazón bajo un original acrónimo, “Slowbalisation”. Casi un año después, el tiempo -y Donald Trump- han terminado por darle la razón, y cada uno, en su idioma, se ha empeñado en darle la traducción adecuada a la nueva realidad económica: ralentización, desaceleración, parón, recesión..., que en el ámbito internacional ha estado marcada por las amenazas arancelarias y el fatigoso brexit -otro acrónimo-, y en el caso español por un descenso en el consumo y por el inevitable recelo y desconfianza generadas por la ausencia de gobierno, e incluso por el temor al gobierno que se avecina.

El último dato hecho público por el INE esta semana apunta a que la facturación empresarial ha cerrado su peor octubre en seis años, muy similar a la de 2013, el año en que se tocó fondo, y las crónicas insisten en ponerle nombre a los hechos sin mentar a la bicha -o el bicho-: “El estancamiento de la actividad empresarial ha estado ligado al crecimiento negativo por tercer mes consecutivo de la actividad industrial”, resumía Víctor Martínez en El Mundo. “Estancamiento” y “crecimiento negativo”: apúntenlos como tema de conversación para la cena de nochevieja.

Pese a todo, hay motivos para la esperanza, aunque en el caso de España haya que buscarlos, otra vez,  fuera de nuestro país. Según la encuesta publicada el pasado lunes por Cámara España, las empresas españolas son más optimistas que las del conjunto de la Unión Europea en cuanto a la evolución de su negocio en 2020, en especial en lo relativo a la evolución de las exportaciones, y menos en lo que se refiere a las ventas nacionales. En este sentido, la “desaceleración” prevista para 2020 volvería a tener su origen en la menor aportación de la demanda nacional, tal y como está ocurriendo en 2019, de ahí que muchas empresas sigan mirando con renovado optimismo al exterior.

Este año, por ejemplo, más de 5.500 empresas andaluzas han realizado operaciones con mercados foráneos, según datos de Extenda, que son más del doble de las que lo hacían al comienzo de esta década, y las buenas perspectivas respecto a la evolución de las exportaciones indican que el sector exterior se consolida como motor clave del crecimiento económico, tras desempeñar un papel fundamental dentro de la recuperación vivida durante los últimos años.

La cuestión, pues, que realmente preocupa en estos momentos se sigue viviendo en clave interna, y remite a la tormentosa incapacidad de hallar soluciones que no pasen por decisiones relativas a la ostentación del poder, inmersos en continuos chantajes disfrazados de negociaciones en las que los ciudadanos siguen desempeñando la función de rehenes, como ha ocurrido ahora con el aplazamiento de las subidas de las pensiones y del SMI y la revalorización del sueldo de los funcionarios, supeditadas, cómo no, a la existencia de un nuevo gobierno. De hecho, despreciada la opción de la gran coalición, la situación ha llegado a una encrucijada en la que, como apunta Javier Sánchez Rojas en una entrevista, ya sólo cabe elegir entre lo malo y lo peor; y, ante tales circunstancias, mejor lo primero con tal de inspirar cierta apariencia de estabilidad.

Ya ni siquiera vale con apelar a los barones del PSOE, aunque haya quien los siga viendo como si fueran los cruzados encargados de preservar en el interior de una cueva el cáliz auténtico del sentido de Estado. Por edad, pertenecen a la ahora denominada como “generación yold”, otro acrónimo -los “young olds” (“viejos jóvenes”)- al que también dedica The economist un artículo en su último número como nuevo fenómeno social, aunque parece que Pedro Sánchez ha desistido de recurrir al valor de su experiencia. Él, que formó parte de la generación X, ha optado por despejar la incógnita bajo su único criterio, aunque implique prolongar la incertidumbre en la que ha instalado a un país entero. En 2020 sabremos el resultado. Feliz año.

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