Un elefante en casa y el colegio

Publicado: 30/09/2023
Autor

Abraham Ceballos

Abraham Ceballos es director de Viva Jerez y coordinador de 7 Televisión Jerez. Periodista y crítico de cine

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Lo ocurrido es una invitación a reabrir el debate en torno al ámbito educacional, y abarca tanto a los centros educativos como al papel de las familias
Los hechos son los que son, tal y como se ha venido relatando de manera más o menos coincidente en función de los testigos presenciales: un alumno de 14 años, empuñando dos armas blancas, se levantó este jueves de su asiento recién iniciada la clase de Biología, gritó “te voy a matar” y se lanzó directamente hacia un compañero. La profesora, que intervino para impedir la agresión, acabó en el hospital, mientras que el agresor logró desembarazarse y salir en busca de otros objetivos hasta que terminó reducido por un profesor después de herir y causar lesiones a dos docentes y otro alumno.  

Los hechos son los que son, inevitablemente, y, al mismo tiempo, aislados, que es algo que conviene subrayar. Las primeras reacciones públicas a lo sucedido parecían esquivar esa vertiente, como si esto fuera algo habitual en nuestros institutos y hubiera arcos de detección de metales en las puertas, como ocurre en centros educativos de Estados Unidos. No solo eso, eran manifestaciones ajenas al contexto, sin tener en cuenta la investigación en marcha, como si bastara el titular para extraer una conclusión.

La labor policial y el dictamen judicial, a tenor de los testimonios y circunstancias que precipitaron la fatal decisión del menor, serán los que ayuden a entender el marco de los hechos. Lo ocurrido, no obstante, es toda una invitación a reabrir el debate en torno a determinadas circunstancias relativas al ámbito educacional a nivel general, y que abarca tanto a los propios centros educativos como a las familias.

Cuestiones como la pérdida de autoridad de los profesores, la falta de control parental en el acceso de los menores a internet y las redes sociales, o el acoso escolar, permanecen presentes en el ámbito social como los capítulos de un libro a medio terminar, y a veces reducidas al elefante que se ha colado en la habitación y nadie admite ver, si es que tomamos prestada la expresión inglesa -“elephant in the room”- con la que se hace referencia a “una verdad evidente que es ignorada o pasa inadvertida”, a partir de la idea de que “sería imposible pasar por alto la presencia de un elefante en una habitación”: Gus Van Sant, por ejemplo, tituló Elephant la película sobre el asalto armado al instituto Columbine.   

Cuando hace un par de semanas se hizo público el caso de un instituto extremeño en el que varios alumnos habían utilizado una aplicación de inteligencia artificial para crear imágenes de sus compañeras de clase desnudas, para después compartirlas por whatsapp, la dirección del centro aseguró que iba a amplificar los talleres de concienciación para incidir no solo en la inmoralidad de tales actos, sino en las consecuencias penales, ante el escaso efecto de los talleres impartidos hasta entonces.

Lo cierto es que tanto los recursos como los esfuerzos resultan insuficientes y ya la última Memoria de la Fiscalía incidía en el incremento de delitos cometidos entre menores y en las causas que prevalecían en la mayoría de ellos: “el déficit de formación humana y ética en los adolescentes”, y ese déficit no es responsabilidad única de los centros educativos y de sus profesionales, sino de las propias familias.

La criminóloga María Rubio apuntaba en un reciente artículo que “el acoso y el ciberacoso son una realidad que, desafortunadamente, se vive en los centros educativos a diario, y también en muchos hogares a través de internet y las redes sociales”. Y frente a ello “es fundamental la educación en valores como el respeto, la tolerancia, la empatía y el compañerismo, así como contar con recursos suficientes, protocolos y medidas de actuación en los centros educativos que permitan la detección temprana de los casos y la búsqueda de soluciones para recurrir al sistema de justicia penal solamente como última opción”.

En el caso del instituto de Jerez, este lunes se va a activar una “comisión de convivencia” para evaluar la necesidad de reforzar los protocolos. Me parecen demasiadas expresiones eufemísticas, aunque al menos se circunscriben al ámbito donde aún se pueden ganar batallas. Hacerlo en el ámbito del hogar se antoja la gran asignatura pendiente.

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