La tribuna de Viva Sevilla

¿Y el Plan Estratégico de Sevilla?

El objetivo sería que el plan estratégico transcendiera a los mandatos municipales y exista de una vez por todas una visión y un modelo de ciudad compartidos

Ya se sabe que de la Estrategia DUSI para la Zona Norte de la ciudad nada se sabe, pero, y del Plan Estratégico Sevilla 2030, ¿se sabe algo?; pues desde hace muchos meses muy poco, por no decir nada. Se sabe que en octubre de 2016, con bastante retraso respecto de lo que hubiera sido deseable, el alcalde de Sevilla anunció la constitución de la Comisión de Planificación para la Estrategia Sevilla 2030, compuesta por los principales agentes económicos y sociales de la ciudad, los grupos municipales y otras instituciones; y encargada de validar los documentos sobre la visión, modelo de ciudad y proyectos estratégicos, así como de la aprobación del modelo de gobernanza y el documento definitivo de lo debería ser el plan estratégico.

Dos reuniones posteriores de una Comisión Técnica en el primer trimestre de 2017, la presentación en abril de unos estudios sectoriales elaborados por unas consultoras, y la adjudicación en junio de la asistencia técnica para la elaboración del citado plan.

A partir de ahí meses de silencio que ponen en cuestión la esencia de lo que debería ser un amplio proceso de participación social y ciudadana, tal como sucedió en el Plan Estratégico Sevilla 2010 -que tuvo posteriormente un aceptable nivel de ejecución y contribuyó a cambios importantes en la ciudad- y el Plan Estratégico Sevilla 2020 -que Zoido hizo desaparecer de inmediato-. Cabe recordarle a nuestra Corporación Municipal, y especialmente al gobierno municipal, que la planificación estratégica es en general bastante incomprendida y cuenta con un influyente ejército de detractores, temerosos de que una visión ampliamente compartida de nuestra ciudad dificulte los planes de los círculos de poder que siempre han querido y en buena medida influido en las decisiones que afectan al futuro de la mayoría. Así pues, ésta sólo es posible, tiene sentido, y se legitima, si la ciudadanía se implica a fondo y consigue que traspase las dependencias municipales: se trata de un plan de Ciudad y no del Ayuntamiento, de ahí que en nada ayude la falta de transparencia y participación efectiva que, también en esta materia, viene siendo la tónica.

En todo caso, a nadie debería sorprenderle que a pesar del espeso silencio, en cualquier momento comiencen las prisas en el gobierno municipal y, ante las cada vez más cercanas elecciones municipales, pretendan tener listo un plan estratégico a costa de sacrificar la imprescindible participación social y ciudadana, reduciendo ésta a un simple simulacro. Ante semejante tentación -que acabaría por arruinar la credibilidad del proceso- correspondería reiniciar sin dilación y participadamente los trabajos de la senda estratégica, otorgándole a la ciudadanía el derecho que le corresponde en su elaboración y, a los órganos establecidos, las facultades para los que fueron creados hace ya más de 18 meses.

Se trataría de avanzar todo cuanto sea razonablemente posible y de continuar tras el paréntesis de la elecciones municipales de 2019, algo a lo que deberían comprometerse previamente los distintos grupos municipales y que garantizaría una mayor implicación de todos con independencia del resultado que finalmente pudieran arrojar las urnas. El objetivo sería en definitiva de que el futuro plan estratégico de la ciudad transcendiera a los mandatos municipales y, respetando las lógicas y legítimas diferencias políticas y programáticas, exista de una vez por toda una visión y un modelo de ciudad compartida, reduciendo el riesgo de que sea nuevamente arrumbado en el cajón de los recuerdos.  

Nadie con sensatez podría avalar otra cosa, salvo que se pretenda un uso inadecuado de la planificación estratégica y ponerla al servicio de intereses partidistas, algo que daría definitivamente al traste con la posibilidad de que nuestra ciudad disponga de un plan estratégico para los próximos diez años. El otro riesgo a evitar -y mucho de eso se observa ya- es el de realizar el plan estratégico en los despachos, alejado de la ciudadanía y orillando su participación activa, dando por buena la celebre frase de “todo para el pueblo, pero sin el pueblo”.    

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