Salarios

Publicado: 22/10/2017
Gracias a la última reforma laboral, los trabajadores se han quedado sin derechos, floreciendo las prácticas avaras y abusivas.
Las estadísticas europeas dicen que el 10% de la población empleada de Francia está en su Salario Mínimo Interprofesional (SMI)  pero sólo el 0.2% en España. Si es así, el impacto de la subida del SMI en Francia es 50 veces el de España. Sin embargo, ellos lo suben y nosotros ya no nos atrevemos ni a ponerlo en las promesas electorales. 


Los niños no se explican cómo es que papá consigue que el carbón de la barbacoa se ponga caliente a base de inundarlo con aire frío. Y el gobierno parece que no ve que nuestra economía se está apagando como una velita en una vasija que se queda sin aire.


Gracias a la última reforma laboral, los trabajadores se han quedado sin derechos, floreciendo las prácticas avaras y abusivas: menos sueldos y más horas de trabajo sin remunerar y con la clase política y los sindicatos mirando hacia otro lado.


España debe incrementar los salarios porque ésa es la única forma de que las empresas ganen en competitividad.


La sentencia de arriba provoca la risa de los economistas, pero hay que tener en cuenta que:
1) Si una empresa abusa de sus empleados, el servicio se resentirá tarde o temprano y los clientes se irán retirando. 2) Si la empresa basa su competitividad en el coste laboral, se despreocupa de las alternativas tecnológicas  que ya están empezando a sustituir sus productos, procesos o servicios. 3) Si una empresa abusa de los empleados, en la era digital se propaga rápidamente la información y aparecen nuevos efectos secundarios: salida de los mejores trabajadores aunque no tengan trabajo y dificultades de la empresa para con los negocios (cadena de suministro, condiciones de pago, exclusión de las iniciativas  de colaboración).


Haga memoria y piense en cómo trataban a los empleados las últimas empresas que tienen  problemas. Hoy día los resultados económicos no son, a grandes rasgos, consecuencia de la competitividad de las  empresas, sino de la competitividad de los países.


Hay países cuya legislación y administración se apalancaron en las fortalezas propias del país.
La competitividad de los sectores está en construir una capacidad de interlocución con la Administración para que legisle de manera inteligente potenciándose las sinergias que le sacan partido a las fortalezas del país.


Turismo: la competitividad hoy día no está en pagar  2 euros por habitación a las camareras de piso, está en asociarse para multiplicar el valor. Está en ser consciente de que en 2018 no queremos 90 millones de turistas que paguen 500 euros por 5 días y 4 noches en el paraíso de España, sino 50 millones que paguen 2.000 euros, porque los tienen y no quieren venir aquí para encontrarse a los otros 40 millones haciendo locuras.


Industria: las Administraciones pueden hacer equipo con los sectores industriales, apoyándose en la inteligencia prospectiva de las empresas tractoras para incrementar la acción  institucional de la Administración.  Por sectores destacaría: Bienes de Equipo: perfecta la acción institucional de la Corona para participar en la transformación de Riad; Aeroespacial: el Gobierno no escuchó al sector cuando teníamos la oportunidad de incrementar  nuestra participación en el capital de EADS, lo cual hubiera redundado en el doble de empleos hoy día, unos 40.000 empleos más y de calidad; Automoción: no se escucha al sector, sino a los vendedores de coches; es absurdo que no se aproveche la excusa de renovar el parque de vehículos para potenciar a tu propia industria europea; Energía: ejemplo a estudiar sobre cómo frustrar el desarrollo económico e industrial de una de las fortalezas más claras de España: las renovables; Agricultura: el sector fuerte español que más competitividad ha perdido gracias a la enorme desarticulación que ha sufrido España con los parlamentos autonómicos.

Que un Gobierno no pueda llevar agua desde un sitio donde se tira al mar hasta otro sitio donde se tiene que desalinizar el agua del mar, no tiene parangón como despropósito competitivo. Luego se concentran los esfuerzos en escatimarle euros a los jornaleros.

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