En las elecciones europeas celebradas el domingo 25 de mayo el PP y el PSOE obtuvieron en torno al 49% del voto total, entre 10 y 15 puntos por debajo de lo que preveían las encuestas. ¿Cómo se puede explicar un error de previsión de tal magnitud?
Hace unos meses en ‘nadaesgratis’ manifestamos nuestro escepticismo acerca de las previsiones electorales del CIS. Nos causaba cierta perplejidad la creciente desproporción que existía entre la intención de voto directamente declarada por los encuestados y las proyecciones de voto que realizaba CIS.
Aproximadamente la mitad de los encuestados que declaraba su intención de votar anunciaba que votaría al PP o al PSOE y la otra mitad se pronunciaba en favor de otros partidos. Sin embargo, el CIS predecía que entre el PP y el PSOE alcanzarían cerca del 60% de los votos y el resto de partidos únicamente un 40%.
Naturalmente, la diferencia entre los datos de intención de voto y las predicciones electorales tenían su origen en la asignación del voto de los indecisos, la famosa cocina. Nuestros cálculos mostraban que las predicciones del CIS implicaban que cerca del 80% de los indecisos acabaría finalmente inclinando su voto por el PP o el PSOE. En nuestra opinión, esta estimación no era realista. Nos resultaba difícil conciliar que únicamente el 50% de los encuestados asegurase que pensaba votar al PP y al PSOE, pero el 80% de los indecisos fuera finalmente a hacerlo.
Nosotros sugeríamos que si votaban al PP y al PSOE solamente aquellos indecisos que confesaban haberlo hecho en el pasado, el PP y el PSOE obtendrían en torno al 49% de los votos, una cifra que casualmente coincide con los resultados electorales. (Y si únicamente les votaban los simpatizantes activos, la cifra habría sido aún menor, en torno al 41%.)
¿Cómo es que ni el CIS ni ninguna de las empresas privadas que realiza sondeos electorales fue de capaz de anticipar el comportamiento de los indecisos? Algunos de los lectores sugerían que quizás el “establishment” estaba intentando convencer a los votantes de la inutilidad de votar a otras opciones políticas.
Puede que haya parte de verdad en esta teoría, pero yo personalmente creo que la principal explicación es más prosaica. Es probable que el CIS (y las empresas privadas que realizan sondeos) hayan simplemente seguido haciendo lo mismo que venían haciendo en el pasado: asignar el voto de los indecisos, en función de su ideología, a alguno de los grandes partidos.
Esto funciona bastante bien en ausencia de cambios estructurales pero no, sorprendentemente, cuando llegan las curvas: no es una buena idea seguir conduciendo en línea recta.
En jerga econométrica, se ha utilizado un modelo en forma reducida cuando en realidad se necesitaba un modelo estructural que tuviera en cuenta a la hora de asignar el voto de los indecisos el cambio dramático que se estaba observando en la intención de voto de los encuestados.
Una de las ventajas de realizar modelos de predicción electoral es que, al contrario de lo que a menudo ocurre en otros campos, eventualmente se celebran las elecciones y tenemos la oportunidad de testar la precisión de nuestras predicciones. Las recientes elecciones revelan que los encuestados no mentían: una gran parte de los ciudadanos no está satisfecho con los dos grandes partidos.
¡Ojalá tanto los políticos como los institutos de sondeos tomen nota!
(Cedido por el blog nadaesgratis).