El Patrimonio mudéjar sevillano

Publicado: 22/05/2014
El conjunto de actuaciones de rehabilitación llevadas a cabo en el último tercio del siglo XX y principios del XXI hace que, salvo algunas excepciones como Santa Catalina o San Lázaro, en general estos edificios presenten actualmente un buen estado de conservación.
El único tipo de construcción peculiarmente español de que podemos envanecernos”. Así se refería Amador de los Ríos al mudéjar en su discurso pronunciado en el año 1872 en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Aunque el debate acerca de la consideración del mudéjar como estilo es ciertamente poliédrico, es indudable que el mismo alberga una realidad construida de notable relevancia en todo el territorio andaluz, especialmente en las provincias de Córdoba y Sevilla.


Si nos centramos en ésta, un somero estudio realizado sobre su patrimonio edificado pone de manifiesto que una de las tipologías históricamente más antiguas que se conserva en la actualidad es la correspondiente al grupo de iglesias mudéjares construidas en años inmediatamente posteriores a la reconquista, 1248, cuyos trabajos de construcción se van a prolongar durante el resto del siglo XIII, siglo XIV y XV en algunos casos. A este grupo de edificios pertenecen iglesias como las de Santa Marina, San Esteban, Ómnium Sanctorum o San Marcos, aunque podríamos llegar a contar hasta dieciséis. Todas ellas integraban las veinticinco parroquias en que originalmente se dividió la Sevilla cristiana. La mayoría de los ejemplos que constituyen este grupo ha permanecido prácticamente hasta nuestros días sin modificaciones apreciables y en los casos en los que estas se han producido, el tipo común del que provienen continúa siendo muy reconocible.


Es indiscutible que una parte fundamental del patrimonio cultural de una sociedad está constituido por los edificios icónicos generados por ésta, constituyendo templos y edificios públicos un símbolo de su identidad, elementos de cohesión e identificación de las comunidades en que se insertan. Estos, desde su construcción, se proyectan a lo largo de los siglos como herencias ancestrales que transmiten, como reflejo de la sociedad que los gestó, el arte y la cultura de un pueblo de generación en generación.


Sevilla, al igual que todo el sur de España, se encuentra en una zona de riesgo sísmico moderado. La historia reciente muestra cómo en los años 1356, 1504 y 1755 la ciudad fue afectada por terremotos de una intensidad en torno a VIII (escala EMS). Sucesos sísmicos de intensidad similar como los acaecidos recientemente en L’Aquila (Italia) en 2009 o en Lorca en 2011, ponen de manifiesto la incidencia de éstos en la destrucción del patrimonio edificado que, por ejemplo en el caso de la localidad italiana, afectó de gravedad a un gran número de palacios e iglesias renacentistas y barrocos, la mayoría de ellos considerados Patrimonio de la Humanidad.


El conjunto de actuaciones de rehabilitación llevadas a cabo en el último tercio del siglo XX y principios del XXI hace que, salvo algunas excepciones como Santa Catalina o San Lázaro, en general estos edificios presenten actualmente un buen estado de conservación. Ahora bien, la investigación realizada plantea el estudio de esta tipología arquitectónica analizando su comportamiento estructural ante acciones sísmicas, es decir, si tuviesen que enfrentarse en la actualidad a un seísmo de similares características a los mencionados.


Los resultados obtenidos revelan aquellas zonas de estos edificios de mayor fragilidad ante la incidencia de una acción sísmica, lo que ha permitido plantear una serie de medidas específicas de refuerzo que podrían ser implementadas en intervenciones de conservación o rehabilitación posteriores, permitiendo de esta forma la conservación del patrimonio cultural de la ciudad en caso de un evento sísmico severo.


Además, se propone un sistema de monitorización que verifique en tiempo real el estado de conservación, facilitando de esta forma la adopción de las medidas necesarias que eviten una degradación más prolongada y por tanto gastos más elevados en su rehabilitación posterior, poniéndose además de manifiesto el grado de efectividad de estas. Conservación preventiva como garantía para la preservación del patrimonio cultural.

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