Creced, multiplicaos y dominad la tierra

Publicado: 13/05/2014
Durante este siglo de experiencia en parques europeos hemos aprendido que la conservación de la biodiversidad requiere de nuestra intervención con actividades como manejo de la vegetación, del agua, del ganado, etcétera.
El relato de la Creación que aparece en la Biblia afirma que Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, con un mandato expreso a Adán y Eva: “creced, multiplicaos y dominad la Tierra”. Parece que entendimos el mandato de “dominad la Tierra” en su acepción más  bélica; debíamos luchar contra la naturaleza, doblegarla y vencerla  como si de un enemigo se tratara, estableciendo una clara distinción entre los seres humanos y la naturaleza, como cosas distintas y casi irreconciliables.

Y así lo hicimos toda nuestra historia hasta que a finales del siglo XIX y primeros del XX la enorme pérdida de recursos naturales nos hizo darnos cuenta de que no podíamos seguir por ese camino de destrucción. Desde 1872, con la declaración del primer parque nacional del mundo, Yellowstone en Estados Unidos, la conservación de espacios más o menos naturales donde la vida silvestre pueda seguir su evolución sin intervención humana ha sido la piedra angular de las políticas de conservación y la más antigua de sus expresiones. Pasamos de querer doblegar la naturaleza a considerar que la naturaleza había que protegerla, al menos en algunos lugares, de la nefasta intervención humana.


Sin embargo, en la vieja Europa los paisajes que calificaríamos de no afectados por el hombre simplemente no existen desde hace mucho tiempo. La declaración de un parque nacional en las Montañas Rocosas para proteger osos y búfalos, eliminando la presencia y las actividades humanas en la zona es posible y hasta sencilla. No es lo mismo si pretendemos hacerlo en las dehesas de Sierra Morena, que han sido modeladas por la actividad humana desde hace más de 2.000 años. Cuando en el primer tercio del siglo XX se traslada a España el concepto de parque nacional americano y se decide progresivamente proteger las zonas con mayor diversidad ecológica, estábamos protegiendo ecosistemas que sólo funcionan, de la manera que queremos protegerlos, por la continua y persistente presencia y actividad humana.


Los Parques Nacionales en Europa eran extensiones con gran diversidad biológica fruto de una gestión del territorio que lo hacía posible. Cuando excluimos todas las actividades humanas, en ocasiones ponemos en riesgo esa diversidad que se mantenía en gran medida por algunos usos que ahora prohibimos. Durante este siglo de experiencia en parques europeos hemos aprendido que la conservación de la biodiversidad requiere de nuestra intervención con actividades como manejo de la vegetación, del agua, del ganado, etc.


Cuando no lo hacemos, la diversidad en estos espacios disminuye, poniendo en riesgo nuestro principal objetivo. El desafío actual no es sólo preservar las bellezas naturales de los espacios protegidos, como si de parques temáticos se tratara, sino asegurar en la medida de lo posible un mundo lleno de vida donde la existencia de nuestra propia especie siga siendo posible.


Puede que no interpretáramos bien el mandato divino de “Dominad la Tierra”. Quizás el auténtico sentido de la expresión fuese más parecido al sentido que tiene “dominad las matemáticas”, que no quiere decir que nos peleemos contra ella, la dobleguemos y venzamos, eliminado cualquier vestigio de su lógica. Tampoco significa que tengamos que proteger a las matemáticas de las personas que se interesan por ellas. Más bien quiere decir que descubramos sus leyes, conozcamos sus reglas, admiremos su complejidad y a la vez su simplicidad, entendamos su funcionamiento para nuestro disfrute y utilidad. Tal vez sea eso a lo que se refería el mandato divino, quizás nos invitaba a descubrir las leyes de la naturaleza, sus reglas, su complejidad, su belleza y a utilizarlas en nuestro beneficio y disfrute. Apenas empezamos a conocer cómo funciona la naturaleza, cuáles son sus reglas y leyes, pero debemos aprender rápido, antes de que sea tarde para nosotros.

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