Elena Cortés, consejera de Fomento y Vivienda, ha vaticinado que “la bici es la palanca del cambio de modelo productivo”; lo ha dicho y se ha quedado tan pancha; no se le ha ocurrido lo obvio, que el uso de la bicicleta cambiará el aspecto de nuestras ciudades o que la movilidad y los índices de contaminación mejorarán sensiblemente nuestra calidad de vida.
No seré yo el que critique los beneficios indiscutibles del uso de la bicicleta, algo que en Europa llevan décadas comprobando. Puedo admitir que la implantación generalizada de la bici traerá consigo nuevos empleos o que los fabricantes de bicicletas verán incrementadas sus plantillas o que los vendedores de bicicletas aumentarán sus ventas, incluso que todo será de color de rosa para los talleres de bicicletas y hasta que los ladrones de bicicletas tendrán una época dorada.
Puedo admitir, además, que aunque algunos sectores se verán perjudicados, ya que me imagino que se reducirán las líneas de autobuses y por lo tanto de conductores y que al circular menos automóviles por nuestras avenidas los talleres mecánicos sufrirán de alguna manera las consecuencias, el velocipédico transporte nos traerá más ventajas que inconvenientes.
Pero dicho todo esto, sentenciar, como ha hecho la consejera, que el uso de la bicicleta será la palanca del cambio del modelo productivo es una verdadera pasada, por no decir una auténtica boutade. Es, o al menos eso parece, el discurso de un charlatán o una charlatana de feria que para vender la mercancía lo apuesta todo a la labia. Y es que después de casi dos años de gobierno bipartito, a IU cada vez se le quedan más al aire las vergüenzas, y su balance de gestión, según el propio Sánchez Gordillo, "incumple el programa y pisotea las señas de identidad de IU".
Y es que el balance se reduce a apuntalar al PSOE, decir amén a Susana Díaz y proponer acciones populistas y caritativas, más propias de una ONG, que de un partido de izquierdas. Al final, el desenlace parece que será como el “parto de los montes”. En la fábula de Esopo los montes dan terribles señales de parir algo fabuloso y al final terminan pariendo un diminuto ratón.