Sin novedad en el Alcázar

Publicado: 04/02/2014
No hay nada conflictivo si, de veras, buscamos la verdad. No hay ningún riesgo en el análisis científico si distinguimos lo verdadero de lo falso. Y sobre todo cuando se considera la interpretación contraria que en eso radica la crítica. El nuevo cientifismo no ama la crítica y la desprecia.
A punto de ser ya enterrados los restos de la segunda fase de las excavaciones arqueológicas efectuadas estos últimos años en el Patio de Banderas del Alcázar de Sevilla, aparece una nota informativa en la prensa sevillana acerca de un nuevo proyecto a cargo de un grupo de investigación de la Universidad Hispalense que pretende tumbar todas las teorías establecidas hasta ahora sobre el Alcázar sevillano, analizando la estratigrafía de todas sus murallas  y utilizando el método del carbono 14 con objeto de demostrar que el conjunto monumental no se comenzó a construir en el siglo X sino en el siglo XI.

“Nihil novum sub sole”, decían los romanos a lo que nosotros llamamos que no hay nada nuevo bajo el sol. Porque ya en el año 2002 se publicó un libro donde se demostraba esa cronología, al que siguió otro libro en 2003 donde se estudiaba la estratigrafía y evolución constructiva del Alcázar, y al que ha seguido otro en 2010 sobre el mismo tema. “La hipótesis que nosotros planteamos retrasa el origen del Real Alcázar de Sevilla al siglo XI y a los siglos XII y XIII el proceso de la gran transformación y expansión de este enclave” afirma dicha nota informativa. Ahora bien, si es una hipótesis podemos preguntarnos de qué han servido los diez años de excavaciones plasmados en las tres anteriores publicaciones, reseñadas y criticadas en revistas científicas por arqueólogos e historiadores en 2007, 2008  y 2010.


Ya conocemos la treintena de artículos científicos que comunican dichas investigaciones y las futuras con cuyo estremecimiento “podrían tambalearse los cimientos de la interpretación de un gran número de los edificios islámicos de España”. Nada nuevo bajo el sol pues conocemos ese estilo científico cuya inseguridad  es directamente proporcional a su soberbia y engreimiento necesitado de la esporádica aparición en los periódicos anunciando la gran noticia del gran descubrimiento.

Ya en el mes de agosto de 2009  la prensa sevillana publicaba que el Alcázar de Sevilla era menos antiguo de lo que se creía porque pruebas del carbono 14 lo fechaban en el siglo XI, algo que luego fue difundido por revistas de arqueología medieval. Noticia que causó sonrojo a arqueólogos serios, que no necesitan el método del carbono 14 para datar edificios medievales.


No sabemos en qué medida “esta teoría ha sido muy conflictiva porque supone una revolución  en los cimientos de la historia de la arquitectura poniendo en riesgo la superioridad del análisis científico sobre otras disciplinas basadas sobre todo en analogías no contrastadas”. No hay nunca nada conflictivo si, de veras, buscamos la verdad. No hay ningún riesgo en el análisis científico si distinguimos lo verdadero de lo falso. Y sobre todo cuando se considera la interpretación contraria que en eso radica la crítica. Ahora bien, el nuevo cientifismo no ama la crítica y la desprecia. Parece ser que “la cantidad de análisis que hagamos dependerá de la financiación que nos concedan”.

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