“Y eran dos días muy señalaítos de Santiago y Santana...”, decía la letra de las siguiriyas de Manuel Torre, que cantaba Manolo Caracol. Y con el sentimiento que transmitía el “Monstruo” a través de su voz, vienen a agolparse en mi mente los recuerdos de una infancia y una juventud ligadas a mi Barrio y a su semana grande. La Velá de Santiago y Señá Santa Ana es mucho más que una pequeña feria celebrada junto al Río. Mucho más que esas noches sevillanas de calor del mes de Julio, que con carácter festivo hace que toda la ciudad se agolpe por entre las calles con más sabor del viejo arrabal. Triana entera, durante su Velá, abre su puente de plata engalanado a la otra orilla y al mundo entero mostrándole su verdadero fondo. Prepara sus fiestas para rendir sin condiciones su arte hasta destapar esa caja de pandora, donde la esencia y el duende habita y ronda por cualquiera de sus esquinas. Por calle Betis, Altozano, Pureza, Plazuela o todo ese entramado de pasillos vistosos y joviales que comunican las unas con las otras.
Velá de Cucañas en el Río, en las que los herederos del “Perdigón” continúan esforzándose por alcanzar esa banderita roja que les otorgue el premio mayor. Velá de pregón filigranero en el Hotel Triana , de puestos de avellanas verdes, higos chumbos, moñas de jazmines o buñuelos dulces con chocolate servidos por impecables mandiles blancos con tiras bordadas. Velá de concursos de tiradores de cervezas y de esa lista de juegos de ayer y de hoy.
Pasado, presente y futuro de “colmaos” preparados para acoger a quienes durante esos días nos visitan. En mi mente, nostálgicas noches gitanas de “Morapio” y sus “pringás” en un patio trianero con olor a dama de noche o esas gambas al ajillo del “Tío Pepe” en la marisquería de la calle Rodrigo de Triana , que conjugan perfectamente con el presente y futuro de las terrazas de verano de la Plazuela de Santa Ana, bajo la estirpe del “Bar Bistec”, donde los hermanos “Lope” comandan sus barras, o la del emblemático “Bar Santa Ana” situado a los pies de los muros de la catedral trianera. Allí, “Pepe”, trabajador incansable, supo tomar el testigo de su tío Adolfo hasta convertir la vieja taberna en el centro neurálgico del mundo taurino y cofrade de nuestro Barrio.
Casetas, justas en sus dimensiones, ubicadas a lo largo de la calle Betis que representan la unidad colectiva de los trianeros en torno a sus hermandades, asociaciones deportivas y vecinales, y esas otras que representan la gama ideológica del trianero en toda su extensión. Todas abiertas a todos. Aquí, no existe esa privacidad excluyente, sino más bien la entrega de personas por recaudar ayudas en beneficios de una sociedad necesitada. Y en la Plaza del Altozano, corazón de Triana, escenario de yunque y de fragua, que cada noche sirve para mostrar lo variopinto de nuestro cante, baile y arte.
Atrás quedaron las noches de cine de verano frente a la torre de Santa Ana y las mañanas de rosario del aurora, en el día de la Santa, donde un grupo de fieles de la Parroquia portaban a la virgen del Carmen por las calles del Barrio, atentos a los rezos de don Juan, su Obispo con cátedra celestial, y a los cánticos del Coro de Santa Ana, que bien merecería tras rebasar cuarenta años con su labor cristiana y social un reconocimiento por parte de todos.
Y allí en la Catedral de la abuela Santa Ana, novena de albahacas, ofrendas, nanas y homenajes desde la torre con el jubiloso toque de corneta de Julio Vera y los suyos.
Esa es mi Velá y la Velá de todos los trianeros y sevillanos que comparten cantos y gozos a la Seña Santa Ana, y en la que se viste de gala mi Triana llegado el mes de Julio. Disfruten de ella y dejen que sus recuerdos graben a fuego en sus memorias momentos de inolvidables festejos.
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