Volver no es sólo el título de un tango precioso de Gardel. Hoy es mucho más. Es una palabra llena de ganas. Probablemente nunca hemos oído tanto la expresión “qué ganas tengo de volver a trabajar”. No es que antes fuésemos unos vagos o no nos gustase nuestro trabajo. Es que no hay nada más inherente a la condición humana que el deseo de aquello que no puede tener.
Los abogados echamos de menos los juicios. Y queremos volver a las salas de los juzgados y ponernos la toga. Aunque esto último vamos a tardar en hacerlo porque por primera vez, como norma general,nos dispensan de su uso. Y, como muchas otras cosas a partir de ahora que nos van a resultar raras, también lo va a ser celebrar juicios sin togas.
Porque la toga es algo más que una prenda de vestir. Para jueces, fiscales, letrados de la administración de justicia, abogados y procuradores, el uso de la toga es símbolo de respeto. No hay que ponérsela ni quitársela dentro de la sala de vistas, sino fuera, antes de entrar o al salir, porque en el fondo es como vestirse o desvestirse en presencia del tribunal. Y los abogados somos conscientes de la simbología de esta prenda desde el primer día que juramos, y en señal de bienvenida a la profesión se nos impone la toga.
Sin embargo, curiosamente, la toga, tal y como la conocemos hoy día, de color negro, es en realidad una muestra de luto. Aunque tiene su origen en las que llevaban los romanos, aquellas eran de colores claros. Dicen que fue en 1694, a la muerte de la Reina María II de Inglaterra, cuando tiñeron su color de negro, y así se extendió su uso a toda Europa. También dicen que en España, su uso deviene de la época de Felipe II y de los miembros del Consejo de Castilla.
Actualmente, es obligatoria llevarla en audiencia pública, reuniones de tribunal y actos solemnes judiciales, y así está recogido en la Ley Orgánica del Poder Judicial.Y los abogados, que tanto la aborrecemos cuando llega esta época en lugares calurosos como el nuestro, que más de una vez hemos solicitado no vestirla en verano por las altas temperaturas, nos sentimos desnudos sin ella. Por eso, volver a llevarla es mucho, es todo. Porque el día que podamos volver a ponernos la toga, todo esto también habrá pasado.
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