La Tribuna de Nertis

¡Viva la madre que te parió!

Se agotan los calificativos para describir al mejor deportista español de todos los tiempos. No es intención de quien suscribe buscar un adjetivo superlativo...

Publicado: 26/11/2019 ·
22:17
· Actualizado: 26/11/2019 · 22:17
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Se agotan los calificativos para describir al mejor deportista español de todos los tiempos. No es intención de quien suscribe buscar un adjetivo superlativo de los muchos que llenarán las portadas de periódicos hoy (por el lunes), pero si destacar la admiración que le profeso por otras muchas cosas distintas a la excelencia deportiva que nadie puede poner en duda.


Debo confesar que no me encanta el tenis (como a Julio), lo intenté como aficionado no hace mucho con dudoso éxito. Pero si me apunto a ver el final de determinados partidos como el que se celebró este domingo, el resto, incluso el inicio de los mismos, me aburre soberanamente.


No solo me pasa con el tenis, salvo con el fútbol, me ocurre algo similar con el resto de deportes en donde ha destacado algún deportista español. Creo que tengo muchos ejemplos, desde el ciclismo con Miguel Induráin, pasando por la fórmula 1 con Fernando Alonso, el baloncesto y el balonmano con la selección española, el bádminton con Carolina Marín o hasta el patinaje sobre hielo con Javier Fernández.    


Pero la realidad incuestionable es que el mejor deportista español de todos los tiempos tiene mucho más que este indiscutible título, pues se trata de una persona simplemente excepcional en todas sus facetas de la vida. Alguien que no solo supera día tras día todos los records deportivos inimaginables, sino que denota una serie de virtudes y valores simplemente envidiables, que deben ser ejemplo para todos.


El manacorí denota bondad, humildad, respeto y sentido común a raudales en todo lo que hace y dice. No se achanta ante nada, no rehúye a las situaciones adversas, sabe estar en todo momento y ante cualquier situación, siendo un ejemplo de superación constante desde la sinceridad, la educación, el respeto y la fidelidad a sus ideas. Ayer dio otra lección más de humildad y humanidad impropia del egocentrismo y la egolatría clásica del deportista individual endiosado. No es la primera vez, ni será la última.


No se me olvida su imagen retirando barro de su pueblo en las inundaciones del pasado año, ni el contenido de sus declaraciones en relación a una malintencionada pregunta en relación la diferencia de salarios entre tenistas según su género, ni tampoco las veces que se ha pronunciado abiertamente a favor de la unidad de España y del orgullo que siente por su país, por todas ellas ha sido duramente criticado.


No somos del todo conscientes de la inmensidad del personaje, de la grandeza de los valores que trasmite constantemente y de la suerte que tenemos que sea representante de este país nuestro en horas bajas, que precisamente se está caracterizando en su conjunto por carecer de ellas.


Por su culpa, y sin quererlo, el tenis se ha convertido en mi segundo deporte favorito, y eso que ni gusta verlo, ni se me da bien practicarlo. Le debemos muchos más que eso.

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