La Tribuna de Nertis

Menores (V)

Albert Hoffman, acreditado científico suizo, trabajaba en 1938 para los laboratorios Sandoz en busca de un estimulante del sistema circulatorio partiendo...

Publicado: 11/06/2019 ·
23:02
· Actualizado: 11/06/2019 · 23:02
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La sociedad, la política o la justicia desde el punto de vista de los miembros del despacho Nertis Legal

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Albert Hoffman, acreditado científico suizo, trabajaba en 1938 para los laboratorios Sandoz en busca de un estimulante del sistema circulatorio partiendo de los alcaloides producidos por  el cornezuelo del centeno y encontró un vehículo alucinante de muerte. Aldus Huxley murió cuando su esposa le inyectaba LSD. para aliviar los dolores que le producía su enfermedad de cáncer. Hoffman pasó a la historia de las adiciones al haber sintetizado, ingerido y experimentado los efectos psicotrópicos del LSD y puede con toda justicia considerarse el padre de las drogas de diseño, cuyas manifestaciones siguen siendo innumerables y que han sido, tras el hachís, el inicio, al menos,  de las dos grandes reinas, la destructora heroína, hoy estacionada y la silenciosa cocaína, en lógica expansión constante por su silencio clínico que hace que sus efectos tarden en aparecer pero que acaba siendo igual de mortífera.

Llega un momento que el menor va liberándose del entorno familiar, comienza a salir por las noches con sus amigos; sin darse cuenta apenas, se integra por mimetismo, por un falso sentido de suficiencia o por un apetecible deseo de imitar a los mayores, en pandillas que, en el mejor de los casos, conforman sus amigos del colegio y otros allegados y sin que nadie advierta que en cada esquina le está esperando un enemigo desconocido, aparentemente inocuo e incluso sugestivo y que procurará  apoderarse de su inocencia y adherirse a su destino como una yedra. Con el tiempo, desaparecen de su hogar días enteros, tiempo suficiente para vivir una doble vida si los padres no controlan esas escapadas. Y un día comienzan a consumir bebidas blancas, pésimamente destiladas, luego el “inocente” hachís, que será la antesala de otros euforizantes hasta que un día, en ese camino sin retorno, la familia se sorprende con una tragedia de muy difícil trato, si no ha estado alerta a los avisos que se han ido incrementando poco a poco.

La droga se hace presente en todos los rincones, generando una ciudad siniestra que la ciudadanía, en general, no puede ni imaginar. La  moderna sociología sitúa  como causa de la adición a las drogas la anomia, definida por Robert Merton como la situación del hombre que queda, por uno u otro motivo, sin valores ni pautas de comportamiento porque no les son facilitados por la sociedad. He aquí una de las claves de la adicción de muchos jóvenes. La falta de estímulos formativos, la soledad en el seno de su propio entorno familiar, la desesperación en su imposible proyecto de vida laboral.

Acaso la droga, su secuencia en la vida de una persona, sea el mayor peligro para salud física e intelectual de los jóvenes. Y es un campo de batalla que los padres habrán de librar todos los días sin desmayo hasta que se fortalezca su formación y sean capaces de discernir entre el bien y el mal. En el último camino dedicado a los menores hablaremos de violencia.

En su libro “Howe” (Aullido), Alain Gisbert acababa su alegato con esta terrorífica estrofa: “He visto las mejores mentes de mi generación / destruidas por la locura, / famélicas, histéricas, desnudas ... / arrastrase de madrugada por calles de negros / en busca de un furioso pico”.

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