Semana Santa

Publicado: 07/04/2015
Ha pasado una Semana Santa que ha arrojado un magnífico balance en algunos extremos, como que hayan podido salir todas las cofradías sin incidencia meteorológica alguna, la excelente ocupación hotelera y muy especialmente el importante descenso del paro...
Ha pasado una Semana Santa que ha arrojado un magnífico balance en algunos extremos, como que hayan podido salir todas las cofradías sin incidencia meteorológica alguna, la excelente ocupación hotelera y muy especialmente el importante descenso del paro. Pero frente a ello no cabe olvidar que la misma está marcada también por esa sucesión de tragedias que nos rodea. 

Hemos vivido intensamente la del avión alemán, que entre otras cosas pone sobre la mesa la importancia de las enfermedades mentales en estos tiempos y respecto a lo cual no estoy muy convencido de esa conclusión rápida que parece extenderse según la cual toda persona que pase una depresión ya no puede desempeñar puestos como ser copiloto de avión aunque se cure de ello. Lo que me resulta indudable es que es necesario hacer un seguimiento al respecto y sobre todo que es incomprensible que a estas alturas los americanos tuvieran la exigencia de la permanencia siempre en cabina de al menos dos personas y ello no se hubiera asimismo impuesto en compañías aéreas como Lufthansa. No cabe aceptar esa diferencia en algo tan básico como la seguridad aérea.

Pero lo que de verdad me resulta inconcebible es esa masacre de 147 estudiantes en Kenia por el hecho de ser cristianos y el contraste además con que nuestro mundo haya estado más preocupado por la segunda caja negra que por algo tan tremendo como ese hecho. Leía ayer que los anglosajones llaman la “jerarquía de la muerte” a ese fenómeno de que se otorgue una cobertura completamente diferente a unas víctimas y a otras y que ello se debe  a la proximidad y a la calidad de la información. Lo que todos sabemos desde luego es que esos países y esos muertos se difunden mucho menos. Parece que no importan prácticamente nada. Baste pensar en la diferencia con la cobertura de los recientes ataques terroristas en Francia.

Leo hoy también en las redes sociales la carta de un misionero claretiano sobre la matanza de 500 cristianos quemados vivos en Nigeria, y que Facebook incluso le ha sancionado dándolo de baja por un tiempo por difundir una fotografía de ese hecho, que ha calificado como material violento o inapropiado.
Todo eso es sencillamente escalofriante. Lo es la persecución y matanza por el hecho de ser cristianos. Y también lo es la poca importancia que concedemos a esas muertes por suceder en países que no forman parte de un mundo que se dice civilizado pero que muestra constantemente que no lo es.

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