La tribuna de El Puerto

Las colas del hambre

Ese asedio a la dignidad humana es mucho más horrendo que el que se hacía a las ciudades para derrotarlas pues cuando eran conquistadas

Publicado: 24/04/2020 ·
11:20
· Actualizado: 24/04/2020 · 11:22
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Viva El Puerto

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Alfonso Pérez

En la antigüedad, cuando en la guerra todavía se daba la cara, había una forma típica de doblegar a una ciudad fortificada y resistente. Se la rodeaba y se le cortaban los suministros de agua y comida. Tarde o temprano claudicarían ante la necesidad y la desesperación. Las armas no se comen. En esta pandemia, una vez realizado el primer ataque contra nuestra especie, solo nos ha quedado el confinamiento tras las murallas de nuestros hogares, el único sitio seguro.

Poco a poco se nos ha ido inculcando el lógico recelo hacia aquellos con los que nos hemos abrazado sin pensarlo semanas antes. Poco a poco el miedo se ha ido apoderando de nuestro interior y está permitiendo que solo nos sintamos seguros dentro de nuestra prisión, renovada por períodos cortos. Digo prisión y no hogar porque, ahora que hacemos la cuarentena de verdad, tenemos los mismos remedios que el primer día, pero mezclados con una gran carga de errores y mentiras que han costado un alto precio en vidas.

Pasados los primeros cuarenta días entramos en otro momento en el que muchos, ya agotados, van a darlo todo por perdido y solo importará sobrevivir o caer en el intento. La falta de recursos para las necesidades más básicas están haciendo mella en un gran sector de la sociedad mientras la banca, los políticos y las instituciones no ofrecen otra solución que engordar la “colas del hambre”, esas colas donde la dignidad se llega a perder cuando no se ve otro horizonte que volver allí al día siguiente.

Esas colas son una solución paliativa si van unidas a otras que mantengan la dignidad del individuo y no lo conviertan en una pieza más de un sistema donde ya no vale más que la dádiva que le ofrecen cada día. Ese asedio a la dignidad humana es mucho más horrendo que el que se hacía a las ciudades para derrotarlas pues cuando eran conquistadas, la mayoría de las veces había una esperanza aunque fuera en la esclavitud.

En estas “colas del hambre” al individuo se le despoja de todo, hasta de su futuro. El tiempo se encargará de rendirlo completamente ante el sistema y aquellos que sobrevivan lo harán doblegados y entregados para formar parte de una sociedad sin valores, ni educación, ni dignidad. Habremos llegado al reparto de la miseria.

No quiero ni pensar en la cantidad de familias que de un día para otro se están, o nos estamos, viendo avocados a un momento oscuro de nuestra historia. Ya no son bombas atómicas, la guerra fría ni otras amenazas que cerraron el siglo XX.

Hoy estamos hablando de miseria, hambre, control social, de lobbies convertidos en Darwin y personas convertidas en ladrillos de ese muro virtual que ahora separa individuos. Primero la enfermedad, luego el hambre, la lucha por subsistir y el fin de una civilización. Los jinetes del apocalipsis están montados en sus caballos pero nosotros estamos aún a tiempo de descabalgarlos y tomar las riendas de esta sociedad. El arma de nuestra defensa está en nuestros valores. Sobre ellos podremos construir el camino que nos saque de las colas del hambre.

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