La tribuna de El Puerto

Bombas de soledad

Este es el fracaso de nuestro gobierno, un fracaso convertido en cunetas, como esas cunetas que ya ocultaron a miles de españoles en nuestra guerra civil

Publicado: 17/04/2020 ·
11:05
· Actualizado: 17/04/2020 · 11:08
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  • Personas mayores -
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Viva El Puerto

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Alfonso Pérez

Recuerdo cuánto miedo y cuanta prevención hubo frente al efecto 2000. Pasada la Expo’92 y la Olimpiada 92 de Barcelona, el mundo entero poco a poco se fue preparando para un desastre que podría suponer el final de la civilización tal y como la conocíamos. Todo fallaría y el caos se apoderaría del mundo. Todos los gobiernos, todas las empresas, todas las economías y todos los particulares fuimos catequizados por el sistema para evitarlo.

Era prioritario y por ello convertido en proyecto preferente para toda entidad. Gracias a la labor de formación, planificación, prevención e ingente inversión se consiguió renovar tecnológicamente el mundo.

A partir de ahí se inició la gran era de la tecnología y de las comunicaciones. La globalización entraba en casa y el sistema estaba a salvo. Pero algo se quedó atrás con el efecto 2.000, la humanidad y la protección del individuo. Ahora lo estamos pagando.

Hemos sido capaces de salvar al mundo técnico y económico siendo proactivos en ambos terrenos pero estamos demostrándonos a nosotros mismos nuestra incapacidad de responder al más básico de los instintos, el de la supervivencia. Ya ni a eso damos respuesta. ¿Acaso la tecnologías nos han vuelto elementos vacíos de humanidad?

Prefiero creer que no ha sido así y pensar que todavía somos capaces de darnos a nosotros mismos una respuesta, como mínimo igual a la que dimos en el efecto 2.000.  No podemos decir que no estábamos avisados de que esto ocurriría. Cientos de conferencias, artículos de prensa y revistas especializadas, documentales y un sinfín de pruebas documentales nos han advertido desde hace más de una década del peligro que nos amenazaba como especie.

Pero esto no era un peligro para el sistema y podía esperar, no había tiempo ni se le podían dedicar recursos a este tema. Nunca ha sido prioritario, siempre se ha dejado para mañana, como el cambio climático. Nos hemos demostrado que somos capaces de salvar a nuestro amo, el sistema, pero no a nosotros mismos ni a nuestra casa, el planeta.

Nuestros representantes, en todos los estamentos, fiel a su labor, han representado la civilización que los ha puesto en ese lugar y a pesar de las advertencias, de los avisos y de ver que a otros les estaba ocurriendo, no han hecho más que proteger el sistema.

El ser humano puede esperar pero el sistema, la economía no se puede alterar. Nuestro amo es intocable. No eximo de culpa a los gobernantes, ni mucho menos. El Gobierno dispone de suficiente información, con el suficiente plazo como para haber tomado medidas. Probablemente no acertara en todas por lo que he descrito, pero son muchas las vidas que se podrían haber salvado solo con prevención.

Solamente era necesario que se hiciera como con el efecto 2.000, escuchar, prevenir y actuar para que cuando llegara el día no pasara nada o las consecuencias fueran mínimas. Hoy la labor de las acciones se puede medir por el resultado. Un resultado desalentador en el que hasta para contar muertos se hace sospechosamente mal para ocultar el fracaso del sistema, ese que salvamos en el 2000 y rescatamos en el 2008.

Ahora nos abandona desprotegidos. No voy a afirmar, por ser imposible, que otros lo hubieran hecho mejor, aunque los datos así lo reflejan. Pero a los que les ha tocado la responsabilidad no han estado ni están a la altura de las circunstancias y el pueblo está siendo vejado y abandonado ante un enemigo invisible. A los españoles nos está tocando sufrir las consecuencias de una guerra distinta pero con sus muertos, heridos y sus bombas.

Miles de muertos en campos de batalla disfrazados de salas de hospitales donde, a pesar del esfuerzo y entrega de los sanitarios, cientos de personas mueren a diario afrontando bombas cargadas con la más absoluta soledad, separados de los familiares y sin un mínimo contacto. Solo el personal sanitario vive en primera persona como único testigo de esta gran tragedia.

Cientos, miles de heridos, en esas familias que han quedado divididas y abandonadas porque vivían bajo el amparo de una pensión que permitía ocultar el fracaso del sistema.

Miles de heridos con esas bombas de soledad que mataron a sus mayores y los han herido a ellos y a nosotros, ahora abandonados en las cunetas del siglo XXI con la rúbrica de los que tanto criticaron las cunetas de otros, cunetas donde los mayores son solo números y pueden estar depositados en cualquier morgue.

La bombas de soledad también van a marcar a muchos más, miles de personas que calladamente sufren día a día, como daños colaterales los avatares de esta guerra. Por ejemplo me pongo en la piel de una mujer que haya contraído el virus y esté pariendo.

No podrá tocar a su hijo hasta que se cure, no creo que una madre pueda tener peor castigo. Como eso seguro que hay miles de experiencias aterradoras en las carnes del pueblo.

Este es el fracaso de nuestro gobierno, un fracaso convertido en cunetas, como esas cunetas que ya ocultaron a miles de españoles en nuestra guerra civil. Este gobierno tiene ahora sus propias cunetas donde se pudren miles de españoles separados de los suyos y siendo buscados desesperadamente para poder decirles adiós. Solo espero que para estos españoles, independientemente de sus ideas, haya también una Memoria Histórica.

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