El tiempo se consume mientras el Ayuntamiento sopesa las opciones de recurrir o no a la sentencia del TSJA de tumbar el PGOU. El Puerto tiene una tesitura evidente y crucial y dónde errar no debe estar en la hoja de ruta a emprender.
Reclamar es ganar tiempo a una aventura de varios meses (dicen que seis) sin saber ciertamente el desenlace final; no hacerlo es volver al plan de 1992.
La certidumbre con la que desde el equipo de Gobierno es lógica y responsable ante la imagen de control y prudencia de cara a posibles inversores, pero las dos semanas que restan para la decisión final, es clave para decidir qué camino tomar.
La idea de arrancar con un nuevo plan en paralelo -si se recurre- disminuirá la espera, no hacerlo y elaborar uno nuevo, es un trabajo tan arduo como productivo ante uno del siglo XXI que satisfaga la realidad portuense. El Puerto que se vislumbraba en los 90 poco tiene que ver con el actual. La espera reabre el debate de elegir sin errores; la ciudad se juega su futuro y su progreso.
Hoy, al igual que entonces, se pidió prudencia y serenidad, elementos que no valieron para salir airoso de un plan que sigue sin encontrar culpables. Mientras se conoce los movimientos del Ayuntamiento, ayer el Pleno portuense aprobaba uno de los trámites finales para que la ansiada recuperación de lo que en su día fuera un referente turístico en la ciudad como el Cangrejo Rojo, cumplimentara con la aprobación de la modificación puntual del PGOU del Club Med.
Una excelente noticia que no debe empañar el camino que hay aún por delante para normalizar un plan urbanístico que debe dar certidumbre y bienestar en El Puerto. No hay tiempo que perder ni oportunidades a desaprovechar.
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