La tribuna de El Puerto

Las incomunidades

¿Que el día dos de diciembre votaremos, con el coste que supone unas elecciones de este calibre, por un modelo inútil?

Publicado: 23/11/2018 ·
09:54
· Actualizado: 23/11/2018 · 09:55
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Alejandro Merello

Ya, lo sé, ese término no existe. Por más que lo he tratado de localizar en más de un buscador de Internet, no hay manera, no existe. Y no entiendo como no aparece, cuando en España vivimos en él desde que Felipe González como presidente y Aznar como líder de la oposición, lo cerraron definitivamente como modelo en 1995.

Si, amigos, me refiero al mal llamado Estado de las Comunidades. El otro día aseguraban en un programa de radio que si preguntáramos -eso si: en la intimidad… al más puro estilo “aznariano”- cerca del noventa por ciento respondería que éstas son inútiles ¡A ver, que yo me aclare!: ¿Que el día dos de diciembre votaremos, con el coste que supone unas elecciones de este calibre, por un modelo inútil? Sinceramente, me preocupa más la inutilidad de los postulantes que la del sistema en sí.

Verán, saber delegar es una virtud que no sólo debe complementar a un buen líder, sino también a una organización como tal. El Estado de las Autonomías, basado en una organización de delegaciones de competencias contemplada por las diferentes identidades que componen nuestro país, fue creado para la correcta gestión de los recursos desde una perspectiva más local… si no fuera así, ¿qué sentido tendrían los ayuntamientos?, ¿eliminamos también a los ayuntamientos?

Decía Downs que la política viene influenciada por las ideologías y que si eligiéramos a nuestros representantes por un proyecto y no por una tendencia política, la evolución económica siempre sería positiva para el administrado. Y de ahí el término incomunidad que se me ha ocurrido al escribir estas líneas.

Las comunidades autónomas deben ser una vía de gestión de recursos adaptada a una realidad social, geográfica e histórica. Una vía de gestión de recursos fruto del acuerdo y del reparto equitativo y justo de los presupuestos generales del Estado. No es una herramienta de poder, no es una herramienta de financiación de los partidos y por supuesto, no debe ser el argumento para arrebatar recursos a otros. Los recursos generales del Estado deben estar basados en fundamentos de necesidad, justicia, equidad y solidaridad.

Entonces: ¿necesitamos este sistema de incomunidades? ¿Este sistema en el que cada uno tira para lo suyo y luego lo utiliza como le viene en gana? ¡Y no quiero ni hablar de los gastos en prostitutas, trajes, embajadas o viajes inútiles! Pues revertir el proceso, ya les anticipo que es prácticamente imposible, sería el único caso que se diera en la historia de la humanidad. Aunque, por otro lado, de todo somos capaces los españoles, incluso en contra de nosotros mismos, ¿¡Qué le vamos a hacer!? Somos así.

Verán, como les decía, la delegación es un signo de sabiduría. Por ello creo que el estado de las autonomías como concepto puede ser efectivo, al igual que creo firmemente en la municipalidad como la administración más cercana a la ciudadanía. No creo en la duplicidad de competencias, aunque si creo que se debe hacer un desarrollo inverso al actual para evitar que los ayuntamientos pierdan competencias donde no deben hacerlo.  

¿Quieren que les sea sincero? Pues allá va, total, la edad parece que se empeña en eliminar tapujos a quien les habla: estoy francamente decepcionado con la democracia ideológica. Me postulo seguidor de Downs en su concepto de democracia racional, en la que hemos de votar por el mejor proyecto. Así evitaríamos hacer de la política un estilo de vida, evitaríamos hacer de las comunidades entes en manos de intereses partidarios. Viviríamos un verdadero estado de las comunidades y evitaremos que el vocablo “incomunidad” llegue a formar parte de nuestro idioma. 

Un idioma, que dicho sea de paso y a mucho orgullo, hablan más de cuatrocientos millones de personas a lo largo de todo el planeta… ahí lo dejo. Unos empeñados en aislarse y nuestro vilipendiado castellano creciendo como la espuma, pero bueno, así somos, ¿no?

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