La tribuna de El Puerto

Cuarto y mitad de recuerdos emocionantes

Hablamos de manufacturar emociones, fabricando y almacenando recuerdos que a veces sustituyen a unos inexistentes, o involucrándonos en las situaciones

Publicado: 06/07/2018 ·
09:52
· Actualizado: 06/07/2018 · 18:31
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Viva El Puerto

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Noticias como la del adolescente de Medina Sidonia muerto practicando parkour (deporte extremo) o la del hindú atropellado por el tren delante del que intentaba hacerse un selfie, indican lo peligrosa que puede ser la moda de practicar deportes extremos o de hacerse selfies en cualquier sitio.

Pero también indica que estos comportamientos son ya un fenómeno global. Todos nos hemos emocionado viendo antiguas fotografías nuestras, muchos lo hemos hecho conduciendo una bicicleta o una moto, y solo algunos lo habremos hecho escalando una montaña o bajando a una cueva. No hay duda de que una persona se puede emocionar al revivir un buen recuerdo o al practicar una actividad peligrosa, pero no hablamos de eso.

Hablamos de manufacturar emociones, fabricando y almacenando recuerdos que a veces sustituyen a unos inexistentes, o involucrándonos en las situaciones claramente peligrosas que hemos creado. Para tener recuerdos de lo que hemos vivido no basta con hacerse una foto, como demuestran las miles de personas que tras horas de cola cuando llegan ante la Mona Lisa le dan la espalda, se hacen un selfie y se van.

Los auténticos recuerdos los guarda la memoria después de haberlos vivido, algo que para algunos supone un esfuerzo mucho mayor que el de hacerse un selfie.

La vida de los viajeros antiguos era emocionante, no dejaron de anotar y dibujar en sus diarios tras aparecer la fotografía, y no necesitaban crear los incontables riesgos que corrían.El culmen de la fabricación de recuerdos y situaciones “emocionadoras” debe ser el “selfie de alto riesgo”, en cierta forma tan absurdo como aquellos que nos de hacernos mientras estamos viajando y que nos impiden disfruta de cada momento.

Al parecer lo más importante es poder decir “yo lo hice o yo estuve allí”, por lo que no me extraña que haya quien fabrique fotografías digitales con ellos mismos en sitios a los que fueron pero en los que no pudieron hacerse una, argumentando que “no es un engaño porque ellos sí que estuvieron allí”.

Quizás se emocionen al recordar como procesaron la imagen. No puedo evitar cierta tristeza al ver tantísimas personas que viven pendientes de elaborar una memoria formada por un sinfín de fotografías, videos, comentarios y demás documentos digitales almacenados en todo tipo de soportes, producidos y subidos a las redes sociales en gran medida para ser vistos por otros.

Estoy convencido de que muchos al conocer algunos de los “recuerdos” que almacena su memoria digital, solo sentirían un tipo de emoción: la sorpresa.

Como en aquella novela de Philip K. Dick, quizás llegue el día en que podamos ir a un establecimiento y solicitar que nos implanten los recuerdos que queramos, eso sí deberán ser de lo más emocionantes. Al menos tanto como un selfie de alto riesgo.

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