La Taberna de los Sabios

Navidad feliz antes de la tormenta

Y mientras deshojamos la margarita de la gobernabilidad, la economía renquea. La deuda pública sigue por las nubes y el déficit sin control

Publicado: 18/12/2019 ·
09:01
· Actualizado: 18/12/2019 · 09:01
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Autor

Manuel Pimentel

El autor del blog, Manuel Pimentel, es editor y escritor. Ex ministro de Trabajo y Asuntos Sociales

La Taberna de los Sabios

En tiempos de vértigo, los sabios de la taberna apuran su copa porque saben que pese a todo, merece la pena vivir

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Las navidades llaman a nuestras puertas, con su caravana de luces, felicitaciones, regalos, turrones, mantecados, fiestas, comidas de empresa, almuerzos de amigos, ilusiones infantiles y cenas de familia. Lo que para una mayoría es motivo de alegría y reencuentro, para otros, desgraciadamente, lo es de triste recordatorio de la soledad propia o de la ausencia de la persona amada. Sea como fuere, nadie logra desembarazarse del omnipresente espíritu navideño que todo lo inunda, que todo lo cubre, con su manto edulcorado de buenos deseos y calor familiar.Y, a pesar de todo, reconozcámoslo, nos gusta. La iluminación de nuestras calles, los belenes, la cita con la cabalgata de Reyes, el Gordo de Navidad, los regalos de reyes, determinan una cadencia que marca nuestro calendario desde aquella infancia en blanco y negro de los chiripitifláuticos y el capitán Tán. Así, año a año, repetimos. A pesar del estruendo de la publicidad, a pesar de la sobreactuación en la exaltación de la amistad, a pesar del esfuerzo que para muchos supone el reencuentro familiar, las navidades nos gustan, y mucho.Que cada uno, que cada una, la disfrute, si puede, a su amor y gusto.

Descansemos estas fiestas, porque 2020 será un año intenso de sobresaltos. Y dos serán los frentes que prioritariamente habremos de atender. El primero, la formación – o no – de un gobierno que nos guíe. El segundo, la marcha de una economía que se desacelera por días sin que a nadie parezca importarle.

Y comencemos por el azaroso arranque político del año próximo. A día de hoy, nuestro presidente de gobierno, una vez amarrada la coalición con Podemos, contempla como primera opción el acuerdo con los independentistas de ERC. Desgraciadamente, nada bueno podrá salir de ahí, dada la reiterada voluntad sediciosa de los republicanos catalanes. Si, finalmente esta firma llegara a cuajarse, una honda grieta se abriría en la convivencia entre los españoles, conocidas las inaceptables condiciones que exigen quienes se saltan a la torera la ley y el derecho a decidir de todos. Ojalá los reyes magos sean capaces de romper esas suicidas tentaciones que nos abocarían a una crisis política de una gravedad no conocida en décadas. Con ERC no se puede, no se debe pactar, mientras no asuman en su plenitud las reglas de juego legales y constitucionales. Si, contra toda prudencia, Sánchez decidiera entregarse a los delirios independentistas, las consecuencias serían graves y profundas, como, desgraciadamente, no tardaríamos en comprobar. Antes que con ERC con cualquier otro. Y si no, nuevas elecciones, que tampoco pasa nada.

Y mientras deshojamos la margarita de la gobernabilidad, la economía renquea. La deuda pública sigue por las nubes y el déficit sin control. Europa nos ha llamado la atención en reiteradas ocasiones, pero nosotros, a otra cosa. Atención, que con las cosas de comer no se juega, y llevamos demasiado tiempo jugando a equilibristas sin red sobre una cuerda floja que cimbrea amenazante. La creación de empleo y el crecimiento económico se ralentizan y los EREs vuelven a saltar a primera página de los periódicos. Atención, atención, demasiados avisos como para no ser tenidos en cuenta.

Pero todo eso será en 2020 y ya sabemos que, a nuestros efectos, 2020 comienza después de reyes. Y mientras, ni estamos ni se nos espera. Pues lo dicho, disfrutemos ahora que todavía podemos, cantemos villancicos, atragantémonos con el mazapán e incordiemos con el matasuegras en la fiesta de fin de año, porque, después, la borrasca anunciada llamará intempestivamente a nuestra puerta para pillarnos, todavía, con el patético gorrito de colores sobre la cabeza.

 

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