La Taberna de los Sabios

El origen del flamenco

Un arte único, endémico, engendrado misteriosamente en el pueblo andaluz. Flamenco: ¿de dónde viene tu nombre?

Publicado: 09/05/2018 ·
12:32
· Actualizado: 10/05/2018 · 15:08
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Autor

Manuel Pimentel

El autor del blog, Manuel Pimentel, es editor y escritor. Ex ministro de Trabajo y Asuntos Sociales

La Taberna de los Sabios

En tiempos de vértigo, los sabios de la taberna apuran su copa porque saben que pese a todo, merece la pena vivir

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Lo buscaron fuera, cuando se encontraba dentro. Dentro de su compás, con aroma de clavo y canela, protegido bajo el manto fragante de su propio nombre. Siempre estuvo ahí, para protegerse durante siglos, para abrirse sólo ante el advertido. Flamenco, nombre enigmático que guarda la llave de tu secreto. Flamenco. ¿De dónde vienes? Flamenco,arte único, extraño, místico, popular, desgarrador, doloroso, alegre, esencial. Que nos hace vibrar, que golpea nuestra alma con puño de herrero, que emociona con lágrima ancestral, que aspira al trance de nuestro ser, al gozo sensorial del centro que encarnamos. Flamenco. Palabra, música, baile. Palmas. Taconeo. Un arte único, endémico, engendrado misteriosamente en el pueblo andaluz. Flamenco: ¿de dónde viene tu nombre?

Quisieron ocultar el aroma que tu propio nombre destilaba. Y dijeron que flamenco viene de Flandes, de los Países Bajos. Y se quedaron tan tranquilos. Otros, casi superaron el desvarío. Flamenco, el ave bellísima, rosa, de elegante figura, que recoge su pata en estatuario. Ese sería el modelo del bailaor y flamenco ambos serían; pájaro y bailaor; bailaor y pájaro. Y, tras el parto etimológico, tan tranquilos se quedaron.

Y en esas estábamos cuando un andaluz clarividente, comprendió el torrente de historia, dolor, exilio, tormento, humillación, cultura y ocultación que latía en su interior. Blas Infante, con intuición estremecedora, comprendió que flamenco proviene de dos expresiones árabes, felah, que significa campesino y mankub, marginado entre los marginados. Flamenco, aquel al que arrebataron los bienes, la honra, la lengua. Al felahmankub, al flamenco, quisieron robarle hasta la memoria. No pudieron del todo conseguirlo. Su esencia se hizo flamenca, crisol doliente enriquecido por afluentes de los marginados, moriscos, gitanos, sefardíes, negros, que todos, en caminos y arrabales, destilaron el arte de las gentes del bronce. Así lo escribe Antonio Manuel en su libro – qué hermoso, Dios – Flamenco. Arqueología de lo jondo.  “Les quitaron sus casas, sus tierras, su dinero. Aceptaron malvivir en chozas y cuevas. Pero no perdieron la memoria. Y el inmenso dolor de la nostalgia se metabolizó en un grito desgarrador que conmueve los cimientos del alma. Se hizo Flamenco”. El flamenco no es el cante de los gitanos. Hay gitanos en toda Europa y sólo cantaron en Andalucía sus penas en flamenco. También sus alegrías, sus bodas, sus fiestas y jaranas – de haram, lo prohibido. El flamenco es el cante de los gitanos andaluces y de los que, perseguidos, también se hicieron gitanos. Gentes de mal vivir. Gentes de bronce que guardaron la memoria.

El Flamenco nace cuando muere Al Ándalus, nos cuenta Antonio Manuel. De la nostalgia del perseguido, del exilio del derrotado, del acero candente de la humillación, del terror en noches de vigía. Sólo con ese dolor infinito se podría haber destilado algo tan grande como el Flamenco. Al igual que la forja del acero exige el rojo de la fragua, sólo un alma lacerada y sufriente pudo parir el ángel del flamenco, espiritual y carnal al tiempo.  Antiguos ritmos andalusíes de zéjeles, se mezclaron con compases gitanos, con bailes negros, con salmodias romances y sefardíes. Tuvo que morir Al Ándalus para que naciera el Flamenco. Quedó el recuerdo en piedra de su arquitectura – Alhambra, Mezquita, Giralda – y quedó el aroma doliente de su memoria oculto tras el misterioso y rítmico Flamenco. En sus ritmos. En su música. En su baile. Pero, sobre todo, en sus nombres, sí en sus nombres. Por eso, con cada Olé  se invocan los tiempos en los que a Dios lo llamábamos Alá. Y con cada seguirilla, el sikriyya, el éxtasis de los sufíes. Y la zambra sigue siendo el grupo de personas que canta, la zamra morisca. La llave estaba en los nombres y en su busca partió Antonio Manuel, en un viaje iniciático y deslumbrante. Sus hallazgos nos asombran y estremecen. El secreto estaba en los nombres y nosotros, sin verlo. Gracias, Antonio Manuel por iluminar la oscuridad de lo jondo donde se ocultaba. Los nombres. Ahí residían, al tiempo,el secreto del flamenco y la llave para desentrañarlo.

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