La Taberna de los Sabios

El relato que no supimos escribir

Esta guerra no se ganará ni con Procés ni con 155. Se ganará a lomos del relato que, todavía, no hemos sabido escribir

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Somos historia, hacemos historia. Sin quererlo, sin pensarlo ni, menos aún, planificarlo. El río de la historia fluye indiferente, impulsado por el alboroto apasionado de las masas que lo habitan. Hemos escrito durante estos meses nuevos y graves capítulos de la historia de España, de manera acelerada, sin que los que conformamos hoy su presente seamos capaces de comprender la dirección ni el sentido de los acontecimientos. Veamos la secuencia: Cataluña; sedición; 155; elecciones; victoria de C,s; hundimiento del PP; nueva mayoría independentista; ¿y ahora qué? Hacemos historia sin saber hacia dónde nos conduce. Quizás así fuera desde siempre y por eso aquello que repiten los historiadores de que hay que ganar perspectiva histórica para poder entender y analizar los acontecimientos. El hoy que vivimos, pero que no entendemos, tendrá que aguardar al mañana clarividente para resultar comprendido. ¿Y qué veredicto emitirá ese futuro que, sin ser conscientes, determinamos por nuestro presente atropellado? No lo sabemos, pero ese relato ganador debe preocuparnos y ocuparnos. De hecho, quizás sea lo más trascendente a lo que tendríamos que aplicarnos.

La historia es un relato. Por eso, debemos procurar que gane el que más se acerque a la realidad y, en última instancia, que sea el que defendemos. Que nadie dude de que los independentistas, que llevan décadas invirtiendo en construir el relato del nacionalismo victimista, ya estarán trabajando en ese relato, mientras que los que deseamos habitar una España justa, solidaria, y en la que todos quepamos, nos desgastamos en nuestras cuitas y riñas. Y atención porque el relato es lo importante, lo que subsiste, lo que determinará los votos y las leyes del futuro. No es lo mismo que la historia juzgue a los independentistas como golpistas frente a la democracia constitucional que, a la inversa, juzgue al Estado como opresor de la libre voluntad de los catalanes. El actual gobierno es un gobierno ausente en estas lides. No crea discurso, no enhebra relato, no articula ni emociones ni razones. Asiste, impertérrito, pasivo, silente, a unos hechos que lo desbordan. Sólo, al final, actuó, pero con épica minimalista, sin lírica alguna. Y el relato convincente precisa de lírica, de poesía, de valores. ¿Quién pudo pensar que el relato de la historia se escribe tan sólo con reales decretos funcionariales? Al reto colosal del independentismo – articulado sobre todo en un registro emocional – no se puede responder únicamente con el rigor de la ley – que también, por supuesto – sino que hay que combatirlo, sobre todo, con el adecuado relato emocional y racional. A día de hoy, el relato independentista es claramente ganador frente al españolista. Tan acusada es nuestra derrota, que tan sólo leer la palabra españolista herirá a muchos que lo son sin saberlo. Los españoles no vivimos en paz con nuestra propia historia e identidad, mientras que los independentistas, gozan en el imaginario de su Arcadia feliz.

El PP ha perdido en Cataluña por su irrelevancia en el relato; el gobierno, al estar ausente, no ha sabido convertirse en un protagonista efectivo de la guerra emocional que se libraba. Ciudadanos, al contrario, supo situarse en el imaginario de los acontecimientos: fueron, desde sus inicios, los más feroces combatientes frente a un nacionalismo que apuntaba maneras totalitarias. El PP, como antes el PSOE, pasteleó con esos partidos nacionalistas por exigencia del guion de pactos y de gobernabilidad. Por eso, los catalanes que se sentían españoles consideraron que Ciudadanos defendía con más convicción sus postulados al posicionarse con mayor firmeza frente a sus inquietudes. Hoy son la primera fuerza en Cataluña y actores protagonistas de la historia por venir.

Hacemos historia, conformamos un relato que debemos, también, escribir, teorizar y transmitir. Esta guerra no se ganará ni con Procés ni con 155. Se ganará a lomos del relato que, todavía, no hemos sabido escribir.

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