La salita de Moy

2017 después de... casi todo sigue igual

La última del año. Nuestra última cita de este fugaz 2017 que nos deja para no volver. Se escapa un año de transición...

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La última del año. Nuestra última cita de este fugaz 2017 que nos deja para no volver. Y aunque aún resten unos días para que tomemos las uvas y brindemos con cava -con champagne los que anden más boyantes- hoy quiero celebrar contigo por nuestra amistad, así que no te quedes en la puerta. Pasa a esta salita y toma esta bolsita de cotillón que al menos algo debemos festejar. 

Se escapa un año de transición. Quizás mejor en lo económico que el angustioso 2016. Lo refleja la ajusticiadora lista de parados. Ha bajado algo en Sevilla, sí. Pero aún casi 75.000 demandan un empleo digno. Y hagamos hincapié en este último adjetivo, porque no es menos cierto que los contratos basura siguen brillando con luz propia. Trabajos de jornadas interminables y sueldos inhumanos. 

Los mensajes proféticos de algunos políticos rayan en ocasiones el surrealismo o acceden a lo que algunos conocen como "los mundos de Yupi". Las colas de los comedores y supermercados sociales siguen siendo demasiado extensas. Y no duden que muchas de estas familias tienen al menos un trabajo, pero son tan míseros los sueldos que apenas llegan para comprar el pan.  La otra sociedad, la que miramos de reojo y tantos desprecian, sigue muy activa. La mendicidad ahoga en cada esquina, en cada gélido banco, en cada fuente convertida en aseos públicos. No caer en la cuenta de que es así sería como mirar al horizonte sin percatarse que el sol sale por el mismo sitio en cada amanecer. 

Luego están los intangibles. Los que no se enumeran en tablas estadísticas para confeccionar titulares que suavicen la opinión global de la verdadera realidad. Esas actitudes angostas, repetitivas y por momentos chulescas. Porqué sigue existiendo un núcleo social que con poder creen tener el control del mundo y la verdad universal de los hechos. Esos que te miran por encima del hombro como si fueras un excremento de perro. Esos "sevillanitos" que atienden a la minoría y que por mucho que presuman, jamás nos representan y ni mucho menos portan la bandera de la ciudad. 

Y en otras cosas, pues seguimos casi igual. Debates eternos y sin sentido del patriotismo, fortalecido este año por la Cataluña de las dos caras. Continuamos pegándole patadas a una pelota pinchanda mientras permitimos que se derrumben vestigios de nuestra propia historia. Miren a los conventos de clausura y lo comprenderán. Y aún con malas experiencias pasadas, seguimos sanando problemas cuando la enfermedad llega a su punto más extremo. Dícese, por ejemplo, de cómo organizar un Año Murillo sobre la campana. 

Pero debamos brindar, porque concluye un año y comienza otro. Y aunque en poco cambiemos, al menos me alegraré porque hoy sigamos charlando de nuestras cosas en esta salita tan tuya como mía. ¿Y Sevilla? Bueno, quizás es que somos así. Feliz y próspero año nuevo, amigo.
 

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