La humildad y ese silencio tan suyo -conmovedor y rotundo- hacen que el Cristo de la Corona sea un atajo hacia la paz, un camino corto, breve, directo hacia la calma. El Cristo de la Corona es un carril escueto y limpio que conduce a la sonrisa templada, a la tranquilidad. Es siempre una respuesta, una mano tendida, una solución, un hombro, un pañuelo, un regazo, un "no dejaré que te caigas".
Ayer fui a verlo, como casi todas las mañanas. Sabía que lo habían elegido para el Viacrucis de las cofradías de Sevilla. No me pareció que la idea le fascinase. Me conoce y vio pronto que mi felicidad rebosaba por cada una de las piedras de la Catedral pero su terrible sencillez no le da para tanta algarabía y entendí que yo -como todos mis hermanos- estaba más ilusionado que Él, ocupado seguro en las cosas importantes.
A menudo siento que el Señor que abraza la cruz, asumiendo así todos los pecados del mundo, me ha llamado a sus filas por algún motivo que no logro entender pero que está en su corazón, en su pensamiento, en su plan diario. Me quiere cerca, o eso necesito sentir, porque de otra manera no logro explicar esta locura de amor que me agarró hace unos años y que hoy me tiene arrodillado en el suelo del templo grande, delante de sus ojos, de esa mirada noble en la que encuentro el agua de todos mis incendios del alma.
Ha imperado el buen sentido, la razón. El Cristo de la Corona, imagen titular de una Hermandad sevillana, se encuentra en la Catedral, recibe culto en el trascoro -capilla de la Virgen de los Remedios- desde su traslado por obras en la Parroquia del Sagrario. No será necesario un traslado ni poner en riesgo una importante movilización de personas y enseres por las calles. Todo se hará dentro de las naves con el debido decoro, dignidad y compostura. Conozco a mis hermanos, sencillos, nobles, capaces siempre. La talla es de una incuestionable calidad en cuanto a su hechura y el peso de la historia cae además a plomo en los archivos de esta rejuvenecida y recuperada corporación del centro de la ciudad. Acierta además de lleno el Consejo de Cofradías desoyendo ideas que contemplaban la opción de una imagen (excelsa por su calidad) no titular de las hermandades de Sevilla para un culto que las representa a todas. Hubiera sido, sin duda, un desatino y una falta de tacto y rigor. Si el año es especial, que lo es por muchas circunstancias, crecen los motivos para que un Cristo titular de una corporación de la nómina protagonice el solemne Viacrucis de todas las cofradías.
Ahora queda que vayamos a su encuentro, que acudamos a Él. Será un corto e intenso viaje a la humildad, al silencio, a la Verdad.
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