Bastó que arrancaran Los Romeros de la Puebla con ese “¿por qué bajas la mirada y no me quieres mirar?” del primer palo de una sevillana conmovedora que agarra -y desgarra- para que las lágrimas de mis ojos se pusieran a recorrer unas mejillas que este año andan huérfanas de arena recorriendo con la cojera de la añoranza los carriles de una nostalgia de marisma y ermita que sólo entienden las personas que tienen sus días impregnados de devoción y amor a Nuestra Señora del Rocío.
Los Romeros de la Puebla son los mejores, lo han sido y aún, a pesar de los grupos de sevillanas e intérpretes individuales míticos que ha tenido y tiene el género, los cinco ribereños que formaron Los Romeros ocupan en mi alma la primera plaza, el lugar más alto. Desde que en 1968 se pusieran en marcha por la ruta de las sevillanas sin conocer aún que serían los responsables de mitificar los cuatro palos de nuestro folclore del baile festivo y alegre no pararon de interpretar aquellas letras de Paco Coria, Aurelio Verde, Morales, Juan de Dios, Martín Vega, Paulino González, Manolo Garrido o el padre Quevedo que aportó aquel “cantaban a la Virgen poemas…” Y no pararon de grabar hasta 2011, y cantando dijeron adiós.
Los romeristas no podemos evitarlo. Especialmente estos días no podemos, ni queremos evitarlo. Semana de Rocío, los Romeros cantando y el corazón que se acelera. Somos de llorar y cerrar los ojos, de escuchar y recordar, de sentir.
Los romeristas somos de abrir el alma para que la sevillana llegue hasta la yema. Sabemos que en las marismas azules viven Faustino Cabello y Juan Díaz, que se marcharon antes al último camino. Aún disfrutamos de José Manuel Moya, Pepe Angulo y Manolo Cabello, y de todos esos vinilos que descansan en las estanterías de nuestras vidas. Estuvieron en los momentos más importantes. Y estarán.
Con casi sesenta discos y habiendo vendido millones de copias de discos de sevillanas, Los Romeros de la Puebla aún no han tenido el reconocimiento real, indiscutible y macizo de la tierra que los alumbró. Andalucía tiene una cuenta pendiente con la ribera, con La Puebla y sus romeros, con este grupo de sevillanas mítico, histórico, mágico. Y sigue pasando el tiempo, y los Rocíos, y sigue la herida abierta.
Está acabando la sevillana, “yo ya estoy arrepentío y te prometo cambiar, pero mírame, Rocío…no me niegues tu mirar”. Y en el tiempo que ha transcurrido he vuelto a sentir que no hay derecho. Falta oro y no hay medallas en el mundo para premiar y reconocer lo que han logrado Los Romeros de la Puebla. Puede que sea tarde, pero hay cinco familias esperando la justicia que ya ha impartido el pueblo. Es el turno de los políticos.
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