Lo viste sentado delante de la mirada noble de Roberto Leal y pensaste lo mismo que yo. Manu Sánchez lleva razón, con la zeta justo en la diana de la palabra razón y también en el epicentro del paladar y de sus paletas cuando reciben la lengua (justa y atinada) de un andaluz de Dos Hermanas que habla con el ceceo natural de su vientre materno y de nuestra madre, bendita tierra del sur, que siempre está preñada de genios. Manu, cuya sonrisa debería estar recetada por el SAS para sanar tardes de melancolía, ha guiñado un ojo con el arco y la flecha apoyadas en su cara. Y ha soltado los dedos. ¡Zas! No nos vamos a avergonzar de nuestros abuelos, de aquellos mayores que nos cedieron el testigo de la custodia del paraíso. Porque Andalucía debe parecerse mucho al cielo.
Un día me lo explicó Curro (en esta tierra nos podemos permitir el lujo de rendir culto a un Faraón). “Nosotros somos de hablar por lo pequeño y sentir por lo grande. Y por eso se ríen de nosotros las personas de pocos sentimientos y nos admiran aquellos que son ricos en el corazón”. No ni ná.
¿Tierra de flojos? Se pregunta Manu mientras le oye con atención un comunicador -que además de transmitir sabe escuchar- de Alcalá de Guadaíra. Aquí nos sobra honradez, esfuerzo y talento para levantar cada mañana el hogar de nuestro futuro y darle al mundo regalos geniales con formas humanas. ¿Qué sería del universo de las letras españolas sin Andalucía? ¿Cómo se escribiría la historia de la pintura sin esta tierra? ¿Quién haría un tratado perfecto de cultura sin nuestro suelo? Habla un hombre cabal cuando asegura que a los andaluces sólo nos falta creernos Andalucía.
No vamos a corregir el acento andaluz porque sea una manera de hablar “de pobres”. La L no es mayor que la Z. Tú no eres mejor que yo porque utilices un castellano más limpio. Nos hemos criado, por este bendito sol, en la calle. Y por eso hablamos mucho. Y hablamos bien, no creas. Dialogamos constantemente porque para los andaluces convivir es una liturgia y no una obligación. Puede ser que hablemos peor, pero hablamos de verdad.
Esta tarde he vuelto a escuchar a Manu y a Roberto. Dos hombres jóvenes con talento, ambos de la provincia de Sevilla, de nuestros pueblos. Y, después de sentir el orgullo de pertenecer a su misma tierra del sur, he vuelto a comprobar que Andalucía tiene futuro y mantiene intacto el valor de decir las cosas con la barbilla alta y el alma en el mástil de la bandera. Lo más importante del habla no está en el cumplimiento fónico de una consonante. Lo más relevante del habla es respetar cómo suena el otro. Pero no su lengua, sino el sonido de su corazón. Corazón... con zeta.
Envía tu noticia a: participa@andaluciainformacion.es
