La Pasión no acaba

Caballero de Esperanza

A la misma hora en la que Gonzalo Caballero recibía las últimas atenciones en la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital madrileño San Francisco de Asís ante

Publicado: 30/10/2019 ·
22:40
· Actualizado: 30/10/2019 · 22:40
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  • La entrega del traje de Gonzalo Caballero. -
Autor

Víctor García-Rayo

El periodista Víctor García-Rayo es el presentador y director del programa La Pasión de 7TV Andalucía

La Pasión no acaba

Dedicado al alma de

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A la misma hora en la que Gonzalo Caballero recibía las últimas atenciones en la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital madrileño San Francisco de Asís antes de ser trasladado a planta, la Virgen morena de la calle Pureza recibía en su capilla el vestido grana y oro que sorteó a la muerte en la piel del torero la tarde del doce de octubre en Las Ventas. Era un regalo del diestro, aún convaleciente, a la Esperanza de Triana, a su Esperanza. Con ese vestido estuvo a punto de perder la vida en una entrada a matar sin salida que le llevó otra vez a las dependencias de don Máximo, destinatario del brindis y dueño de las manos de la magia que acariciaron de nuevo la hoja del cuchillo del destino y la ciencia para recuperar al hombre, al torero, al artista, al valiente.


Gonzalo es marinero valiente, hombre bravo de travesías y marejadas, de olas altas, zozobra y tiburones; de miedos por la noche y huracanes por el día, de timones que se resisten, de sed de agua potable, de ganas de atracar; marinero de aventura y sal en las heridas, de espera y de Esperanza. Está embarcado en la ruta de los océanos de los héroes y navega agarrado a las maromas de la fe en sus propias cicatrices. Cree en sí mismo y asusta a los demonios que sacuden sus carnes a estribor y su agenda en lontananza. Pero el marinero Caballero está curtido en playas de piratas y en galeones que arden con las velas en llamas.


Su corazón es grana. Grana y oro. Grana y mar. Grana y esperanza. Grana, que es el color de los valientes, de la sangre, de la verdad, del sol cuando besa el horizonte y la naturaleza se hace la única dueña del mapa de navegación de nuestra vida.


Gonzalo Caballero sabe lo que es el mar. Y derramar. Y amar. Tiene las alforjas llenas de sufrimiento y en los toneles de la bodega de su corazón se amontonan los salazones de los despachos que le cerraron y de los atraques que no quieren autorizarle. Pero navega, y le da igual un buque monumental que la cáscara de una nuez. Su verdad es el viaje, no la barca. Su verdad está en los remos, no en el camarote. La verdad de Gonzalo está en el tesoro, no en la isla.


El marinero le acaba de entregar uno de sus uniformes a su Capitana. Es morena, vive en la orilla de Triana y siempre está pendiente de mover los vientos para que no empujen a Caballero a los tiburones. Él lo sabe, lo tiene aprendido como la mecida de las olas de la mar en la calma de la aurora.  Y es que cada noche, cuando cierra los ojos antes de dormir, sabe que en esta vida se pueden perder muchas cosas. Pero hay algo que nadie le podrá quitar jamás. Se llama Esperanza. 

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