"Si Sevilla es la clausura, la verónica y el velo, también Sevilla es tambor, también Sevilla es incienso y hace de su fe martillo glorificando el esfuerzo en la delgada frontera de un milagro a otro mileno. Por eso el año 2000 y solamente por eso, desde que a la calle salgan los primeros nazarenos, Sevilla se hará oración y Sevilla se hará espejo donde Dios baje a mirarse para sentirse en el cielo".
Todavía me estremece aquella voz personal, casi temblorosa, como de noche fría y alma caliente, aquella voz de cristales rotos, crujiente como los versos del deseo temprano por la piel de nácar de la muchacha que se ama. Todavía me emociona ese relámpago de amor en mis venas, esa declaración de un poeta mayúsculo que había parido un pregón definitivo soñando atardeceres entre los naranjos cofrades de la calle doña María Coronel. Aún me hace llorar. Sé que aquel loco enamorado no ha despejado la duda eterna de la belleza macarena de nuestra pasión. No sabemos cómo está más guapa, porque es imposible atrapar el aire, porque el hombre no puede mirar fijamente al sol.
Cuántas veces lo habré leído, cuántas veces habré escuchado el anuncio que pronunció Joaquín para pasar la página de un milenio pegándole versos a los labios de la ciudad más hermosa del mundo...cuántas.
Esta tarde el destino me llevó a la calle Bustos Tavera. Unos minutos antes pasé por la puerta del poeta. Me detuve. Admiré cada desconchón de su pared, el balcón y la puerta veterana, abierta un millón de veces por las manos de un genio. Quise atravesar los muros con una sonrisa, que el genio sintiera que le quiero, que le admiro, que cada vez que se nombra la palabra pregón me acuerdo de su texto, de sus ojos, de su desordenada manera de mirar las letras y el mundo. Yo adoro el caos y el orden, y el teorema de Joaquín.
"Con la cruz al hombro va en trece amargos momentos, haciendo su Vía Crucis tan distinto, el mismo preso. Que en el Gran Poder culmina la obra de Dios verdadero y en Pasión se dulcifica como si pesara menos, la cruz arado de gracia sin escollos timoneros. Si tres caídas son muchas, hay que añadir al madero la limitación que expresan las manos del cirineo".
Hoy he vuelto a recordarte, poeta. Sé que vives en ese mundo de lazos espirituales que te aleja de lo vulgar necesariamente. Déjame que hoy te acaricie las manos, las mismas con las que escribes, las que quieres dejar para siempre en las manos de la Esperanza.
Déjame poeta, que ponga en pie mi tinta y mi certeza. Que me quite el sombrero de esta hora tercia. Deja, Joaquín, que vuelva a darle gracias a Dios por sentir, en tus versos, que Sevilla no existe. Debe ser, de bella, una mera ilusión que sólo será verdad cuando en el cielo comprobemos cómo está más guapa Ella.
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