Anoche, mientras cenaba, ojeaba la prensa, y entre todas las noticias leí que un padre había matado a sus hijos y a su suegra, para posteriormente suicidarse. Me entró la duda de si era una noticia nueva o no, porque tenía la sensación de que ya lo había leído antes y consulté la fecha de la publicación. Efectivamente era una noticia actual y seguí cenando. Al momento caí en la cuenta de lo que estaba haciendo. ¿Cómo podía comer después de lo que había leído? ¿Estábamos empezando a ver con normalidad que entre las noticias de periódico, de vez en cuando leyéramos que un padre, o una madre, acabara con la vida de sus hijos? Si la capacidad de tragar basura de nuestra moral (sí, he dicho moral) es tan grande, que la muerte de unos niños a manos de los que se les supone tienen como tener como prioridad su protección, no nos impacta y somos capaces de seguir cenando, como había hecho yo, ¿en qué nos habíamos convertido?.
¿Qué es lo que estamos haciendo mal? ¿En qué momento perdimos el control del timón? ¿Qué extraño virus o degeneración genética nos ha llevado a ver con cotidianidad en los titulares de prensa, el hecho de que un padre, o una madre le robe la vida a sus hijos? Como si la vida de esos seres fuera de su propiedad, y pudieran utilizarla para mortificar a un cónyuge o a una suegra.
Les confieso que cuando me he sentado a escribir estas líneas que ustedes tienen la amabilidad de leer, en mi cabeza había una lista de preocupaciones (personales y no personales) que me impulsaban a escribir de otras cosas. Ya saben, crisis, república versus monarquía, corrupción… todo ese menú con el que almorzamos cada día. Pero me niego a anteponer en la lista de prioridades amis miserias, a la banalidad de un país que no sabe gobernarse a sí mismo, frente al horror de los cadáveres de Ángel y de Javier, los hijos de Isabel, que quiso una vida mejor para ellos alejándose de un hombre que la maltrataba, y que a cambio ha encontrado tres ataúdes con lo que más se puede amar, a una madre y a unos hijos.
Sólo si damos paso a la indignación, al dolor, frente a noticias como éstas, podrá cambiar algo. Por eso, me quedo mirando largo rato la foto de esos ataúdes, y me resisto a pasar la página del periódico y pensar en otra cosa.