Antonio Manuel no decepciona jamás. Es de esos escritores que sabes que lo que caiga en tus manos va a dejarte una mella importante. Me pasó con “La huella morisca”, con su maravillosa novela “El soldado asimétrico” o su best seller: “Flamenco. Arqueología de lo Jondo”. Por eso tenía tantas ganas de leer su última obra: “La luz que fuimos”. A priori había dos claves que me atraían muchísimo: Se trata de la primera revolución popular de Occidente narrada por las mujeres de Al Ándalus. Y que su publicación conmemora el milenio de “El collar de la Paloma”, obra del filósofo Ibn Hazm.
Una obra que narra cómo se fraguó la que fue la primera revolución popular de Occidente que tuvo lugar en el año 1009 en Córdoba, entonces la capital más importante del mundo. Un hecho trascendental en nuestra historia: el pueblo llano se alza contra el poder tiránico de Sanchuelo, hijo de Almanzor, provocando la primera guerra civil y cuyo resultado, décadas más tarde, marcaría un antes y un después en el devenir de la Península Ibérica y de la ciudad califal que quedó postergada a un segundo plano con la proclamación de la república en 1031.
Narrada por mujeres, la historia comienza en los años anteriores a la revolución y cuenta cómo lo vivieron los dos personajes principales de la obra: La Paloma de Ibn Hazm, que junto con Maimónides y Averroes fue uno de los intelectuales más importantes de Occidente y autor de “El Collar de la Paloma”, el tratado de amor, posiblemente, más bello del mundo, del que este año se cumple el milenio.
Con una cuidada prosa y con el oficio de quien conoce los rudimentos de la novela, así como la historia de una época poco conocida de la que el autor es experto, Antonio Manuel va diseccionando, a través de un original hilo narrativo llevado a cabo por unas singulares cronistas, los entresijos de un complot popular y de una sociedad que vivió una época y en una ciudad que fue el centro del mundo, vanguardia del conocimiento y de los descubrimientos, así como de la cultura de la que a partes iguales participaban, con la misma altura de miras, tanto hombres como mujeres.
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